INTRODUCCIÓN

Adviento es el tiempo en el que volvemos a abrir los ojos para reconocer que Dios no se cansa nunca de acercarse a nosotros. Cada día de nuestra vida, en cada gesto de ternura, en cada momento de amor recordamos que su misericordia nos visita. No llega con ruido ni imposiciones, sino con la suavidad de una luz que despierta el corazón y lo prepara para recibir algo nuevo.

A lo largo de estas semanas, te invitamos a pararte un momento del día, a escuchar de nuevo la voz de Dios: “Hoy quiero renovar mi amor por ti.” La misericordia de Dios no es una idea ni un sentimiento abstracto sino una presencia viva que se encarna, es Cristo que viene a nacer de nuevo en nuestro corazón y quiere abrir nuevos caminos allí donde parecía que no había nada más que oscuridad.

En esta guía encontrarás momentos de oración, breves reflexiones, pasajes bíblicos y pequeños gestos concretos para vivir el Adviento desde la cercanía, la compasión y la esperanza. Permite que cada día sea una oportunidad para reconocer cómo Dios quiere hacerse el encontradizo en medio de tus luchas y alegrías. Déjate sorprender por su misericordia que se hace visible en quienes te rodean.

Ojalá al final de este Adviento, cuando contemples a Jesús nacido en Belén, puedas decirle de corazón: “Tu misericordia me ha visitado, y ahora quiero llevarla también a los demás.” Que este camino despierte en ti un corazón más tierno, más disponible, más parecido al de Aquel que viene a salvarnos.

EL TIEMPO DE ADVIENTO

El Adviento es un tiempo de preparación con el que iniciamos el año litúrgico, en la esperanza de la venida de Jesús. Durante las cuatro semanas antes de la Navidad, los creyentes nos disponemos a celebrar el nacimiento de Jesús, acontecimiento que inaugura el mensaje de misericordia y salvación para la humanidad.

La palabra Adviento proviene del latín adventus y significa “venida” o “llegada”. Tiene una triple dimensión: mirar hacia el pasado, al nacimiento de Jesús en Belén, mirar al presente, Jesús que viene a nuestra cotidianidad, y hacia el futuro, a la promesa de su regreso o segunda venida. Este período es un tiempo de profunda reflexión. No se trata solo de recordar un hecho histórico, sino de preparar el corazón para que la luz de Dios transforme nuestra vida cotidiana.

Los símbolos del Adviento ofrecen una guía: la corona, con sus cuatro velas, invita a encender cada semana un valor esencial [esperanza, paz, alegría y amor] recordando que la luz siempre vence a la oscuridad. Las lecturas bíblicas y las oraciones nos ayudan a cultivar el silencio interior y a despertar la conciencia ante las necesidades de los demás.

En un mundo marcado por la prisa, el Adviento propone una pausa: nos invita a detenernos, agradecer y renovar nuestro compromiso cristiano. Es una invitación a preparar no solo la celebración de la Navidad, sino también un modo de vivir más atento, generoso y esperanzado. El Adviento se convierte en un camino interior que nos dispone a acoger con alegría el misterio de Dios que se ha hecho carne en Jesús de Nazaret.

EL ADVIENTO EN LA BIBLIA

El Adviento, como se celebra hoy en la tradición cristiana, es un período de preparación espiritual antes de la Navidad. Aunque la Biblia no lo menciona explícitamente, sus fundamentos teológicos se encuentran profundamente arraigados en la Escritura. En ella se revela un hilo conductor que une la espera del Mesías prometido, su llegada histórica en Jesús de Nazaret y la esperanza futura de su retorno glorioso.


1. Las promesas mesiánicas en el Antiguo Testamento

El Adviento comienza en la Biblia con la esperanza. Israel vivió siglos aguardando al Salvador prometido, guiado por profecías que anunciaban una intervención divina que transformaría la historia.

  • Isaías 7,14 anuncia que una virgen concebirá y dará a luz a un hijo llamado Emmanuel [Dios con nosotros].
  • Isaías 9,1–6 presenta al Mesías como “Príncipe de Paz”, luz para un pueblo que caminaba en tinieblas.
  • Miqueas 5,2 habla del nacimiento del gobernante de Israel en Belén.
  • Jeremías 33,14–16 reafirma que Dios cumplirá sus promesas de justicia y salvación.

Estas profecías alimentaron la esperanza de un tiempo nuevo en el que Dios restauraría su pueblo. El Adviento hunde sus raíces en esta espera vigilante y confianza en que Dios cumple sus promesas.


2. La llegada del Mesías: el Adviento cumplido en Jesús

El Nuevo Testamento presenta a Jesús como la realización de esa larga espera:

  • Mateo 1–2 y Lucas 1–2 relatan el anuncio del ángel, la concepción, el nacimiento en Belén y el reconocimiento del Mesías por los pastores y magos.
  • Juan lo describe en su Prólogo: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Juan 1,14).

La llegada de Jesús inaugura una nueva época: Dios entra en la historia de forma definitiva y cercana. En este sentido, el Adviento celebra la encarnación como un acto de amor divino que ilumina la existencia humana.


3. La espera del retorno: el Adviento futuro

El Adviento no solo mira hacia atrás. También nos orienta hacia el futuro prometido por Jesús, que también habló de su segunda venida:

  • Mateo 24 y 25 insisten en la vigilancia: “Velad, porque no sabéis el día ni la hora”.
  • Hechos 1,11 recuerda que el mismo Jesús que ascendió volverá.
  • Apocalipsis 21,1–5 describe la consumación final: un cielo nuevo, una tierra nueva y la victoria definitiva de Dios sobre el mal.

Este segundo aspecto del Adviento nos invita a vivir con esperanza, a mantener una fe firme y un corazón preparado para el encuentro definitivo con Cristo.

LA CORONA DE ADVIENTO

La corona de Adviento es uno de los signos más representativos del tiempo de Adviento. Su forma circular, sus ramas verdes y sus velas encendidas cada semana conforman un conjunto de símbolos que invitan a la reflexión y la preparación espiritual. La corona tiene forma de círculo para expresar la eternidad de Dios: un amor que no comienza ni termina, que rodea y sostiene toda la creación. Este círculo también recuerda que la salvación es un don permanente y que la historia de la humanidad está envuelta en la misericordia divina.

Sus ramas verdes, tradicionalmente de pino, representan la vida que permanece incluso en medio del invierno. Son un signo de esperanza que habla de la fuerza de la fe, capaz de mantenerse firme en los momentos difíciles.

Sobre la corona se colocan cuatro velas, una por cada domingo de Adviento. Encenderlas progresivamente simboliza el avance hacia la luz que llega con el nacimiento de Jesús. Cada vela suele asociarse a un tema:

  • Primera vela: la esperanza, que recuerda las promesas de Dios y la espera del Mesías.
  • Segunda vela: la paz, signo del anhelo profundo de reconciliación.
  • Tercera vela: la alegría, que expresa el gozo ante la cercanía del Salvador.
  • Cuarta vela: el amor, centro del mensaje cristiano y fundamento de toda preparación.

En algunas tradiciones se añade una quinta vela blanca, ubicada en el centro, que se enciende en Navidad para representar a Cristo, la luz del mundo.

Encender las velas de la corona no es un simple ritual decorativo. Cada luz invita a detenerse, orar y reflexionar sobre el propio camino interior. Es un recordatorio de que la fe crece poco a poco, como una llama que se fortalece con cuidado y constancia.

CALENDARIO DE ADVIENTO

CUATRO DOMINGOS DE ADVIENTO


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