El Miércoles de Ceniza
Cuarenta días antes del Domingo de Ramos los cristianos nos preparamos para vivir con profundidad la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. La Cuaresma se inicia con la imposición de las cenizas el Miércoles de Ceniza donde a los fieles se les impone la ceniza, simbolizando la mortalidad y la humildad. Las cenizas provienen de la quema de las palmas y ramos bendecidos el Domingo de Ramos del año anterior.
El sacerdote o ministro al imponer las cenizas recuerda a los fieles: «Recuerda que eres polvo y al polvo volverás» o «Conviértete y cree en el evangelio».
Es un día de ayuno y abstinencia en la Iglesia Católica, un tiempo de reflexión y renovación espiritual, una oportunidad para profundizar en la fe y el compromiso con Dios.
Ayuno, Limosna y Oración
Ayuno: Corremos el peligro de autoengañarnos con anquilosadas prácticas vacías que eliminan alimentos concretos de nuestra dieta cuaresmal, olvidando que el ayuno auténtico es el que nos ayuda a despojarnos de aquellas actitudes que nos alejan De Dios y los demás: el orgullo, el egoísmo y la autorreferencia. Dios está con nosotros cuando tenemos un corazón humilde. El verdadero ayuno es aquel que renuncia a sí mismo, a llenar el propio ego y vacía el amor recibido de Dios amando a los demás. El verdadero ayuno supone renunciar a las comodidades personales por el bien del prójimo.
Limosna: El gesto de dar se vacía de contenido cuando damos sin sentido. La palabra griega ἐλεημοσύνη significa compasión, misericordia y caridad. Supone una actitud personal y comunitaria cuya voluntad es donarse a los demás con amor sin pedir a cambio recompensa alguna. No podemos entregarnos a los demás para recibir un reconocimiento, sino para luchar por un mundo más justo que nos haga más solidarios. La auténtica limosna conduce a dar el corazón entero, la vida, y a dejar que Dios nos dé su propio corazón para ser como Él.
Oración: El camino cuaresmal es un tiempo para crecer en nuestra relación con Dios y con los demás. Ser cristiano no es una meta a la que se llega con el bautismo sino un camino en el que avanzar cada día. La oración es la forma de poner en práctica ese deseo de encontrarse con el Dios de Jesús, que toca el corazón de cada uno de sus hijos, a los que les pide dos cosas: escucha y disponibilidad a su Palabra. Esta unión con Dios nos lleva a la unidad con los demás, sobretodo con aquellos que son diferentes a nosotros.
Recursos semanales:
Un pensamiento de Don Bosco:
Don Bosco, el 28 de febrero de 1865, se dirigió a los jóvenes para darles algunas indicaciones sobre cómo vivir el miércoles de ceniza:
Quiero deciros solamente dos palabras. Mañana es miércoles de ceniza. Acercaos al altar para recibirla sobre vuestra frente con recogimiento y no con ligereza. No es una ceremonia instituida por la Iglesia al azar, sino que es una ceremonia con la que nos quiere recordar lo que somos y lo que volveremos a ser. Memento homo, quia pulvis es et in pulverem reverteris.
Cuando Adán fue arrojado del paraíso terrenal en castigo de su pecado, el Señor quiso darle en su infinita bondad un recuerdo que le sirviese de norma y freno durante toda su vida: acuérdate, hombre, de que eres polvo y en polvo te convertirás.
Mis queridos.amigos, recordad esta máxima que os hará mucho bien, si pensáis en ella con frecuencia. Pulvis et cinis es (eres polvo y ceniza), se lee en la Sagrada Escritura. Y en otro lugar de la misma: Operimentum tuum erunt vermes. Todo nuestro cuerpo se cubrirá de gusanos después de la muerte. »De qué sirve entonces acicalarse ahora el cabello, cortarlo elegantemente, peinarse a la raya con tanto esmero, si llegará un día en que seremos pasto de los gusanos? Y no es solamente éste el recuerdo que la Iglesia nos da con la ceremonia de mañana. Nuestro cuerpo, el día de la muerte se convertirá en polvo; »y qué será del alma? Ella se presentará ante el Señor y, según nuestras buenas o malas obras, será juzgada para una eternidad feliz o desgraciada.
Mis queridos hijos, procurad que, cuando vuestro cuerpo se convierta en ceniza, vuestra alma esté en el cielo eternamente feliz, para que no tengáis que llorar eternamente. Tened cuidado de que vuestro cuerpo no sea causa de vuestra perdición.
(Memorias Biográficas VIII, 55)