En este comentario haremos un análisis del desarrollo de la pintura durante el siglo XIX en Francia, en el cual se dará un cambio en la forma de realizar sus obras de los distintos pintores.  La ciudad de París nos guiará como testigo constante del cambio, no sólo aparente y físico, sino del cambio de mentalidad que se da en la ciudad y en sus ciudadanos, entre ellos, los artistas. No se puede entender la pintura desarraigada de la historia, ni de la política, aunque los norteamericanos del siglo XX lo intentasen.

No se trata de hacer una cronología ahora, aunque es importante para comprender como se fueron gestando estos distintos movimientos en París durante el siglo XIX. En este trabajo se compararán especialmente textos que hacen referencia a dos autores concretos, David y Manet, y se compararán dos obras concretas de cada uno estos autores.

El palacio de las Tullerías de la ciudad de París fue testigo de la bipolaridad existente durante el siglo XIX en Francia. Se podría decir que el inicio y el final de este gran palacio del siglo XVI, se da durante el siglo XIX, desde que el monarca absoluto Luis XVI, fija su residencia, por muy poco tiempo, en este lugar. En el palacio residía el símbolo de lo que había significado el Antiguo Régimen, mientras que fuera del palacio, la ciudad se alzaba en la revolución que cambiará el panorama socio-político de Europa para siempre: la Revolución Francesa (1789). Después de que el rey fuera guillotinado en 1793, Francia parecía gestar una nueva forma de entender la política. Sin embargo, todo se truncó tras el golpe de Estado de  Napoleón Bonaparte, que tras varios años en el poder, logrará construir un gran imperio, que a pesar de su aparente poder no logrará alcanzar su primer supuesto objetivo, el de no volver a restaurar la monarquía, meta que no conseguirá, debido a la Restauración de 1815.

Es en este contexto es en el que se entiende al primer pintor que vamos a analizar: Jacques Luois David. David era un revolucionario de los pies a la cabeza, desde que en 1784 realizara su obra El juramento de los Horacios, donde instaba sutilmente a la revolución, como demostrará más tarde con su adhesión al grupo jacobino de la Revolución. Con el juramento como ‘’acto puntual, acontecimiento breve, inscrito en un minuto pasajero: compromete un porvernir’’[1], preconizará un futuro próximo que revolucionará la ciudad de París, que aún en esta época se encontraba tranquila, y que pronto comenzaría una etapa convulsa que duraría bastantes años.

La toma de la Bastilla en julio de 1789, hace que la ciudad de París sufra uno de los ataques que más la cambiarán. Comienza la Revolución, que traerá consigo demasiadas muertes, entre ellas la del líder jacobino Jean Paul Marat, ‘’degollado como un animal para el sacrificio’’[2]. Este cuadro, uno de los más destacados de la Revolución Francesa, representa el interés de J.L. David por ‘’promocionar y exaltar el poder del Estado Revolucionario’’[3].

A través de sus cuadros David mostrará su capacidad de transmitir mediante su pintura su apoyo incondicional a la Revolución, siendo capaz unificar los valores de sus obras con los valores necesarios para la construcción de una nueva Francia. Como todo neoclásico utilizará en sus cuadros argumentos de la antigua mitología grecorromana, como en el ya citado.

La llegada al poder de Napoleón y la instauración de su Imperio hasta 1815, no merma la capacidad revolucionaria de David. Este emperador revolucionario, utilizará de nuevo a David para plasmar la victoria de la Revolución en Francia en su discurso político, a través de muchas de las obras que David realizará en favor del Imperio.

Sin embargo, todos los ideales revolucionarios defendidos por David en sus obras se acaban con la Restauración, llevada a cabo por el Congreso de Viena en 1815, con la que se intenta volver de nuevo al Antiguo Régimen que se había querido abolir. La llegada al poder de Luis XVIII, hizo que el pintor tuviera que exiliarse. David fue fiel a sus principios, y en lugar de quedarse como pintor en la corte, se marcha al exilio, donde sufrirá el olvido de su querida París, excepto de sus numerosos alumnos.

Tras toda la lectura y reflexión realizada quiero destacar dos conclusiones que serán útiles para la comparación con el impresionismo de mediados del siglo XIX, y el cambio de paradigma que se da.

La primera es el discurso político que J. L. David hace a través de sus obras. Primeramente defenderá a través de sus obras la Revolución. La voluntad de David de acabar con el Régimen Monárquico que dotaba de privilegios, aun medievales, solo a un grupo reducido de personas, era clara.

La condena del Antiguo Régimen es clara en su obra, que es llevado al extremo mediante la decapitación de los monarcas.  Este deseo de cambiar la vida política de su país, le llevará también al apoyo al Imperio Napoleónico, y al rechazo de trabajar en la corte tras la Restauración.

La segunda conclusión, quizás menos importante para David, pero sí muy significativa para el impresionismo, es el lugar en el que se realizan las obras. El taller había sido siempre el lugar privilegiado donde el artista realizaba sus obras. En este espacio acondicionado para ello los artistas realizaban sus obras, e incluso enseñaban a sus alumnos, como lo hizo David en el suyo.

Acabamos la primera parte, para adentrarnos en la comparativa con el impresionismo. Para ello necesitamos de nuevo meternos de lleno en el contexto en el que aparece.

El Congreso de Viena no pudo evitar que la ciudad de París quedara en calma. Una nueva Revolución estallará en Francia en 1830. Esta será el preludio de la abdicación del rey Luis Felipe en 1845 y la instauración tres años después de la Segunda República, en la que se elige a Luis Napoleón Bonaparte, sobrino del anterior emperador, como presidente.

Napoleón III, tras un golpe de estado, instaurará el segundo Imperio hasta 1870, que acabará tras quedar prisionero de la guerra franco-prusiana. La llegada de una nueva República, la más larga de todas, no estará exenta de complicaciones. La primera de ellas ocurre de nuevo en la ciudad de París. Durante menos de tres meses la ciudad sufre un asedio y consigue la autogestión, en el periodo de La Comuna.

Es en este momento donde tenemos que enmarcar a los impresionistas, sobre todo el comienzo de su momento de auge, que abrimos con las palabras de la carta de Coubert, mientras los cañones bombardeaban la Comuna: ‘’París es un verdadero paraíso: nada de policía, nada de tonterías, ninguna imposición, ninguna disputa. París marcha solo, como si fuera sobre ruedas; Sería necesario permanecer así para siempre’’[4].

Al contrario que J.L. David, que apoyó en todo momento la revolución, los impresionistas quería alejarse de la realidad política. Por tanto, el impresionismo tenía ‘’el deseo de limpiar el concepto de realismo de sus connotaciones políticas’’, que habían llevado a Coubert  a la realización de algunas de sus obras. Una vez liberado de la política el impresionismo pudo erguirse como nuevo movimiento, autónomo y libre.

Aunque no quiso considerarse impresionista, nuestro segundo autor del trabajo, Édouard Manet, fue sin duda su precursor, ya que ‘’los criterios que él aplica al cuadro figurativo son trasladados por Claudio Monet (1840-1926) al paisaje’’[5].

Tras el cambio sufrido por la ciudad de París tras 1852, convirtiéndose ‘’en el lugar que conocemos hoy en día, una ciudad de la moda, la elegancia, el desenfado y la indiferencia’’[6], nos encontramos con una nueva manera de mirar a la realidad, ya no con un fin político. ‘’El flaneur era el eterno ocioso, curioso o mirón de escaparates que veía la ciudad de París como un espectáculo creado para su entretenimiento’’[7] como veremos en Manet, y otros futuros impresionistas.

A pesar de la dificultad que encontraban muchos impresionistas, como Monet, a la hora de pintar sus obras sobre la naturaleza, muchos consiguieron pintar sus ‘’impresiones’’ sobre esta. Y aunque muchos de los cuadros impresionistas fueron pintados en talleres, destaca ahora la presencia del exterior como lugar privilegiado como nuevo taller.

En esta parte del trabajo voy a proponer dos de los cuadros más famosos, fruto de la amistad entre estos dos pintores mencionados, Manet y Monet. Desde su vuelta de Londres en 1872, Monet llega a Argenteuil, que ‘’fue para Monet una especie de Venecia flotante en las cercanías de París donde la pintura se volvía laberinto’’[8], donde además podía encontrar con su amigo Manet, que residía cerca.

De nuevo, como buen impresionista, Monet es capaz de eliminar toda la suciedad de aquel ‘’suburbio industrial’’, que expulsaba todo a las aguas del río Sena. En este río Monet había instalado su barca, ‘’especie de submarino al aire libre’’, desde el cual era capaz de captar el brillo de la luz en el Sena y representarlo a través de sus colores, con la nueva técnica impresionista.

Entre sus cuadros de esta época encontramos Regata en Argenteuil (1872), en el cual ‘’ La fuerte luz veraniega difumina los contornos de los barcos y de las casas, creando magníficos reflejos en el agua, representando de manera perfecta el movimiento.’’[9]. Todo el entusiasmo que había puesto Monet en crear una nueva forma de concebir la pintura, se ve reflejado en una de las obras de su amigo y precursor del que será el movimiento promovido por Monet, su amigo Manet. Su obra Monet trabajando en su barca. Argenteuil (1874) es el fiel reflejo de esta nueva forma de concebir la pintura y el taller.

Tras esta breve reflexión, llegamos a la conclusión de que después de una etapa en la que pintores como David había plasmado en su pintura su voluntad de defensa de la revolución, la pintura, con el impresionismo deja de servir como cauce para una defensa política, y es capaz de realizar un discurso diferente, que elimina el dolor y el sufrimiento de la guerra de la pintura, y aboga una pintura diferente que sea reflejo de la naturaleza que enamora al pintor. Es el paso de una pintura predominantemente política a una pintura diferente.

Como segunda conclusión del trabajo, mientras que David y todos los pintores hasta el momento del siglo XVIII y XIX habían utilizado el taller como lugar donde realizar sus obras, ahora en el impresionismo, aunque algunos aún seguían utilizando ese espacio, otros muchos realizaban sus obras en el exterior, sobre todo en a la orilla del Sena en el caso de los pintores parisinos. En el ejemplo de Monet vemos que su taller será una barca, donde ‘’ya no hay un testigo claro de la naturaleza, sino un participante en ella, alguien que anula la distancia entre el objeto y el sujeto y se deja mover por el medio que su pintura misma mueve’’[10]. De esta forma, muchos pintores con caballete y pintura en mano recorrían los lugares de París para realizar sus obras.

BIBLIOGRAFÍA:

AZNAR ALMAZÁN, Y., García Hernández, M. A., y Nieto Yusta, C., Los discursos del arte contemporáneo, Madrid, Editorial Universitaria Ramón Areces, 2011.

DE LA PEÑA GÓMEZ, Mª Pilar, Manual Básico de Historia del Arte, Universidad de Extremadura, 2018.

EISENMAN, Stephen F., ‘’Manet y los impresionistas’’, en VV. AA., Historia crítica del arte del siglo XIX, Madrid, Akal, 2001, pp. 252-287.

PRAZ, Mario, ‘’David, astro frío’’ en Mario Praz, El gusto neoclásico, Barcelona, Gustavo Gili, 1982, pp.144-150.

STAROBINSKI, Jean, ‘’El juramento: David’’, en Jean Starobinski, Los emblemas de la razón, Madrid, Taurus, 1988, pp. 55-68.


[1] STAROBINSKI, 1988:55.

[2] PRAZ, 1982:149.

[3] AZNAR, 2011: 18.

[4] AZNAR, 2011: 68.

[5] PEÑA, 2018: 156.

[6] EISENMANN, 2001: 252.

[7] EISENMANN, 2001: 253.

[8] AZNAR, 2011: 92

[9] https://www.artehistoria.com/es/obra/regata-en-argenteuil

[10] AZNAR, 2011: 94

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