La muerte de Jesús

Jesucristo fue un personaje histórico, al contrario que otros dioses de las distintas mitologías. De ahí la importancia de que aparezca en el credo el nombre del quinto prefecto de la provincia romana de Judea durante los años 26 y 36. A pesar de lo poco que sabemos de la vida de Jesús, conocemos algunos escritores no cristianos que hablan de su existencia y de su muerte.

La humanidad de Jesús viene marcada por su muerte, no ficticia sino real. Pero, ¿esperaba Jesús una muerte así? Seguramente no tan cruenta, pero sí. Era consciente de lo que comportaba predicar la llegada del reino de Dios como él la presentaba. La cruz se le impuso por muchos motivos. Los milagros y curaciones que realizó provocaron el revuelo entre los maestros de la ley. Su acogida incondicional a los más pobres e incluso su amistad con publicanos y pecadores lo llevan a ser criticado y señalado. La libertad frente a la Ley establecida provocó la confrontación con los maestros de la ley, de manera que la seguridad que proporcionaba la Ley a los grupos religiosos y políticos queda rota con Jesús, que propone la revolución del amor.

La imagen de Dios también cambia de forma radical. Jesús nos propone la imagen de un Dios misericordioso y lleno de ternura. Deja atrás al Dios castigador por un Dios que quiere acercarse al ser humano para amarlo sin medidas. Un Dios que ya no se encuentra encerrado en el templo, sino que está dentro de cada uno de nosotros.

Toda la oposición que Jesús llevó a cabo contra la mentalidad judía y las autoridades lo llevó a una muerte de cruz.

Muchas veces pensamos en la cruz como el final al que Jesús estaba destinado desde el pecado original. Entonces debemos hacernos esta pregunta: ¿De verdad Dios es tan sádico que tenía que matar a su hijo para redimir el pecado de todos los hombres?

La cruz no es la gran causa que tiene como consecuencias la redención, sino que la cruz es la consecuencia de la predicación de Jesús que causa nuestra redención. Jesús estaba tan convencido de lo grande que era el amor y el perdón de Dios, que no le importó llevar ese amor hasta sus últimas consecuencias. Jesús fue coherente en su obediencia constante a su padre Dios, y es esta obediencia la que lo lleva a un final trágico.

Sin embargo, el significado de su muerte en la cruz va más allá. En la mentalidad judía morir en cruz significaba una maldición que Dios te mandaba por tu actitud contraria a sus designios. De ahí que sus discípulos lo abandonarán y se fueran, y que no quisieran continuar con todo lo que él había predicado. Morir en cruz significaba un gran fracaso de todo lo que Jesús había hecho durante su vida. Se creía que quien fracasaba era porque lo había hecho mal.

Por el contrario, en la actualidad ¡nos hemos acostumbrado a la cruz! La llevamos en colgantes y pulseras, la ponemos colgada en nuestra casa e incluso la sacamos a la calle en Semana Santa. Sin embargo, la cruz era la forma de morir más repugnante que existía en la época, tanto que los ciudadanos romanos no podían morir crucificados. ¡Ojalá algún día lleguemos a descubrir la grandeza del misterio de la cruz!

Este misterio solo se entiende desde la experiencia del Resucitado de los primeros creyentes. La muerte en la cruz fue el acto de entrega total de Jesús por nosotros, como muestra de una amor incondicional, capaz de llegar al extremo. La muerte en cruz no fue ninguna broma, ni ninguna simulación bonita, sino expresión del amor infinito de Dios que se entrega por nosotros.

La Resurrección de Jesús

Hemos hablado bastante sobre la resurrección en el artículo https://culturayfe.es/2020/05/27/laresurreccionenloscuatroevangelios/. Cuando leemos los evangelios, no encontramos nada sobre la resurrección como hecho en sí mismo, sino más bien encontramos las diferentes experiencias sobre el encuentro con el resucitado con diferentes personas. De esta manera, aunque los evangelios explican la experiencia de las mujeres el domingo de Pascua, en ningún sitio se revela el cómo de la resurrección ni el momento exacto.

Lo que está claro es que la Resurrección de Jesús no fue como la de su amigo Lázaro. Cuando Lázaro resucitó, todos fueron capaces de reconocerlo y alabar el milagro de Jesús. Fue una vuelta a la vida para volver a morir. Sin embargo, no fue así la resurrección de Jesús. No fue una vuelta a la vida sin más, sino la llegada a la VIDA con mayúsculas, la vida eterna.

A los tres días de morir, Jesús se manifestó primero a las mujeres y luego a sus discípulos. Pero ya no era el mismo. Esta incapacidad de expresar cómo fue la experiencia del resucitado en las primeras apariciones se refleja en las incongruencias que vemos en las diferentes narraciones evangélicas de las apariciones del Resucitado. Era Jesús, aquel que había predicado el reino de Dios y que les había mostrado la ternura de Dios, pero eran incapaces de reconocerlo a primera vista, al contrario de lo que habían hecho tras la resurrección de Lázaro.  

Tras la experiencia del Resucitado, los discípulos entendieron la cruz, y fueron capaces de cambiar el miedo por el entusiasmo. Todo el fracaso que había supuesto la cruz, se cambió en victoria por la resurrección que Dios padre había realizado en su hijo. La muerte no era el final, sino el principio de una nueva forma de ver la vida. De esta manera, los malos pasaban a ser buenos y los que parecían buenos resultaban ser los malos.

Sin la Resurrección no podemos entender nuestra vida como creyentes. Por eso, es el centro de nuestra fe. Todos pueden constatar históricamente que Jesús vivió y predicó unos valores, y que esto lo llevó a la muerte. Sin embargo, solo los creyentes pueden constatar que la experiencia del Resucitado da una nueva forma de vivir diferente, concorde con los valores del evangelio. Únicamente la Resurrección da sentido a la vida de fe.

Subida a la derecha del Padre

Leer el evangelio como si se tratara de una cronología de la vida de Jesús nos lleva a concepciones erróneas sobre el significado de esta subida al cielo de Jesús. Esta ascensión no se enmarca en un momento diferente de la biografía de Jesús de Nazaret.

Mientras Lucas propone en su evangelio la asunción el mismo día que la resurrección, expone un relato diferente en su libro de los hechos de los apóstoles cuarenta días después de las apariciones.

Quizás esto ha hecho que creamos que Jesús ascendió más tarde. Sin embargo, no fue así. Los cuarenta días simbolizan que Jesús estaba ya preparado para subir al cielo junto al padre. Jesús sube al cielo, pero no físicamente. Jesús vuelve junto a Dios, simbolizado en el cielo, que no es el que vemos, sino el eterno donde está Dios. Tras su entrega total, Jesús vuelve a la eternidad, junto a su padre.

La vuelta junto al padre no es como la nuestra, sino como Dios. Por eso el credo escribe “a la derecha del Padre”. Jesús regresa a la vida eterna como Dios. Tras su humillación en la tierra, Jesús es elevado.

Esta experiencia del Resucitado, a pesar de las dificultades de compresión sobre lo que pasó en la resurrección, es la que lleva al creyente a cambiar de vida, a vivir una vida en plenitud, llena de una amor que no conoce límites.

2 thoughts on “Y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato. Padeció y fue sepultado. Resucitó al tercer día, según las escrituras y subió al cielo y está sentado a la derecha del padre

  1. Una lectura agradable y con mucha esencia que nos acerca a entender mas y mejor el significado de la CRUZ como Cristianos. Como bien dices: «Unicamente la resurrección da sentido a la vida de fe». Que Dios te siga usando para acercarnos mas a El y a conocer mejor la fe que profesamos.

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