El silencio de Pablo: «Nacido de una mujer» (Gál 4,4-5)
Los textos neotestamentarios más antiguos, es decir, las cartas paulinas auténticas, no hablan explícitamente de María, y solo la carta a los Gálatas lo hace de manera implícita clara.
En su explicación a los gálatas, Pablo, sin mencionar el nombre de María, hace alusión a ella con el término «mujer» (γυναικός). Ante la aparente intrascendencia del término, se revela la importancia del papel de esta mujer en la historia de la Salvación. Dios no ha bajado de los cielos en forma extraña, sino que ha decidido pasar por uno de tantos (Flp 2,6-11). Por ello, no es irrelevante que escriba que nació de una mujer, algo obvio.
Dios ha querido manifestarse haciéndose hombre como nosotros, excepto en el pecado. Ha querido salvar a la humanidad participando en ella. En este sentido, este texto, el más antiguo, remite a María a partir de Jesús.
En la obviedad del nacimiento descubrimos la maternidad de María, que hace posible que el mismo Hijo de Dios se encarne en el seno del pueblo de Israel, en la humanidad. Aunque no menciona el nombre de María, de manera implícita nos quiere mostrar cómo el Hijo de Dios toma carne de una mujer, es decir, se hace hombre de manera auténtica.
El hijo de María (Evangelio de Marcos)
Lo que en el pasaje anterior aparecía de manera implícita se hace patente en el evangelio más antiguo, el de Marcos. Sólo dos pasajes simples en los que la figura de María aparece de manera poco favorable que hay que interpretar.
El primer texto (3, 31-35) va a decir cuáles son los criterios para formar parte de la familia de Jesús. La primera parte del texto dice: Llegan su madre y sus hermanos, y quedándose fuera, le envían a llamar. Estaba mucha gente sentada a su alrededor. Le dicen: «¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan.» Aparecen dos verbos con connotaciones negativas: «estar fuera» y «buscar».
En este sentido, la familia de sangre de Jesús parece estar al margen de todo, e incluso con la estructura de sándwich que emplea parece ponerlos al mismo nivel de conflicto que con los escribas. Jesús reacciona ante la pregunta que él mismo hace de forma retórica (¿Quién es mi madre y mis hermanos?) y responde de forma contundente: Estos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.
En este sentido rompe con las costumbres judías, y señala como verdadera maternidad y fraternidad a los que cumplen la voluntad de Dios, no por consanguinidad. María pasa de ser su madre biológica, a ser su madre por cumplir la voluntad de Dios. Por tanto, Jesús va a ampliar aquí su concepto de familia.
Interpretación de los hermanos de Jesús:
De la misma manera que en italiano se emplea un único término, «nipote», para hacer referencia a sobrinos y nietos, en hebreo y arameo la palabra ‘ah designa tanto a ‘hermano, hermanastro, sobrino o primo’. En su traducción al griego, los traductores utilizan el término adelfós (hermano) en lugar de anepsios (primo). De ningún texto evangélio se puede constatar con certeza la virginidad perpetua de María, dogma de fe catolico, aunque tampoco ninguno dice lo contrario. Por lo tanto, se podrían dar tres supuestos, ante los cuales el catolicismo y la ortodoxia han preferido optar entre las dos últimas:
- Se tratan de verdaderos hermanos de sangre, de padre y madre.
- Son hermanos de padre, hijos de José.
- Primos.
¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, Joset, Judas y Simón? (Mc 6, 1-6)
La segunda y última cita sobre María que encontramos en el evangelio de Marcos está en el capítulo sexto.
En los pasajes anteriores se ven la curación de la hemorroísa y de la hija de Jairo (5,21-43) donde la fe es esencial para el encuentro con Jesús y la sanación. Llama la atención el contraste de estos pasajes con el que aludimos ahora, donde aparece la falta de fe de sus conciudadanos de Nazaret, a donde Jesús regresa y no tendrá éxito.
Los que ya lo conocen de se bloquean y no aceptan su novedad, no son capaces de conocer su nueva y profunda identidad y lo rechazan a través de una pregunta obvia: ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, Joset, Judas y Simón?
Jesús ha ido a su pueblo, a su patria, y ante el fracaso expresa su sentencia final: Un profeta, sólo en su tierra, entre sus parientes y en su casa, carece de prestigio.
La maternidad de María (Evangelio de Mateo)
El evangelio de Mateo va a seguir a Marcos, su fuente, en el desarrollo de la vida pública de Jesús. Si no tenemos en cuenta las referencias a María en los relatos de la infancia de los dos primeros capítulos, nos encontramos de nuevo con las mismas citas paralelas al evangelio de Marcos. Las dos citas, vistas en el apartado anterior, encuentra en sus paralelos mateanos ciertos matices.
La cita de Mt 12,46-50 es un paralelo claro de Mc 3,31-35. Entre sus matices encontramos la suavización del contexto polémico de Marcos y el cambio de referencia a Dios como Padre celestial, un elemento central en la imagen de Dios de Mateo.
El segundo texto es Mt 13,53-58, en paralelo con Mc 6,1-6. Si ponemos los dos texto en paralelo en seguida percibimos las diferencias entre ambos:
Mc 6,1-6 | Mt 13,53-58 |
v.3: ¿No es éste el carpintero? | v.55: ¿No es éste el hijo del carpintero? |
v.4: Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio. | v.57: Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio. |
De nuevo Mateo quiere mitigar su fuente, eliminando de entre los lugares donde el profeta carece de prestigio a «sus parientes».
La novedad de Mateo la encontramos en los dos primeros capítulos, donde María aparece en una serie de pasajes vinculados a la infancia de Jesús como son la genealogía, la concepción y el nacimiento, la visita de los reyes magos, la huida y el regreso de Egipto. En todos ellos, el énfasis se pone en su figura como madre:
- María, de la que nació Jesús (1,16)
- Dará a luz un hijo (1,21)
- Dio a luz un hijo, al cual llamó Jesús (1,25)
- Vieron al niño con su madre, María (2,11)
- Levántate, toma al niño y a su madre y huye (2,13)
- Se levantó, tomó al niño y a su madre y partió (2,14)
- Levántate, toma al niño y a su madre y regresa (2,13)
- Se levantó, tomó al niño y a su madre y se volvió (2,14)
La voz de María en los sinópticos (Evangelio de Lucas)
El evangelista Lucas, no solo es el que más habla de María, sino el único de los evangelios sinópticos que nos permiten escuchar la voz de María en primera persona. Al igual que Mateo (12,46-50), tiene como fuente al evangelista Marcos. La cita de Lc 8,19,21 es un paralelo claro de Mc 3,31-35. Entre sus matices encontramos una mayor suavización del contexto negativo de Marcos, con el verbo «buscar» que Lucas cambia por «quieren verte». La novedad de Lucas en este pasaje es incluir entre las actitudes de sus seguidores no solo cumplir la voluntad de Dios, sino escuchar su Palabra. Es lo mismo que María hará en la anunciación: escuchar las palabras del Ángel y exclamar: que se cumpla en mí tu palabra.
En el evangelio de Lucas encontramos un paralelo de 6, 1-6, donde Jesús aparece en la sinagoga de Nazaret, pero aquí no solo introduce la profecía de Isaías 61, sino que elimina a María y a los hermanos, formulando la pregunta así: ¿no es éste el hijo de José? (Lc 4,22).
En la vida pública de Jesús, Lucas añadirá un nuevo pasaje, su segundo, parecido al anterior, que nos da más información:
Alzó la voz una mujer de entre la gente, y dijo: «¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!» Pero él dijo: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan». (Lc 11,27-28)
Nos muestra aquí el evangelista otra de las características de María que encontramos en los relatos de la infancia: Su madre guardaba todas estas cosas en su corazón (Lc 2,19). Junto a Mateo, es el único evangelista que expone la infancia de Jesús, si bien desde una perspectiva totalmente diferente. Mientras que Mateo la expone desde la perspectiva de José, Lucas lo hará desde la perspectiva de María creando una especie de díptico con la historia de Juan el Bautista.
María aparece en el relato de la anunciación (1,26-38), en la visita a su prima Isabel (1,39-56) donde proclama el Magnificat, en el nacimiento de Jesús (2,1-20) con el anuncio a los pastores, en la presentación de Jesús en el templo (2,21-40) y durante su pérdida en el templo (2,41-52).
María en el centro de la comunidad (Hechos 1,14)
El libro de los Hechos de los apóstoles, escrito por el evangelista Lucas, como la segunda parte de su obra, nos habla sobre la presencia de María en el versículo 14 del primer capítulo:
Todos ellos perseveraban juntos en la oración en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos (Hch 1,14).
Después de la muerte, resurrección y ascensión de Jesús, María se encuentra en comunidad rezando junto a los 11 apóstoles y algunas mujeres en Jerusalén. Este hecho es significativo porque nos muestra un nuevo aspecto de la vida de María que no se había mencionado en los evangelios anteriores. Además, esta presencia en la comunidad de seguidores de Jesús es importante desde un punto de vista teológico.
Este pasaje nos muestra que María no solo estuvo presente en la vida de Jesús, sino que también fue una parte activa de la comunidad cristiana temprana en Jerusalén, considerada como una figura importante en la iglesia primitiva.
La tradición nos dice que Lucas fue médico. y acompañante de San Pablo en sus viajes. Parece que tuvo relación con la virgen y que ésta le reveló los misterios de la infancia de Jesús. Lo sitúan como el primer pintor de la virgen.
María al inicio y al final: siempre (Evangelio de Juan)
El evangelista Juan menciona a la «madre de Jesús» en dos episodios: las bodas de Caná (2,1-12) y al pie de la cruz (19,25-27) creando los que se conoce como una inclusión, expresando la conciencia del autor de la presencia de María durante toda su vida. La encontramos en el inicio del ministerio público de Jesús, en el primer signo que abre su misión, pero también al final.
Esto es una muestra del papel fundamental que desempeña en la vida de Jesús y en la misión salvífica que Él realiza. En las bodas de Caná, María es la que intercede por los esposos, confiando en la capacidad de su Hijo para resolver el problema que se ha presentado. Esta es la primera vez que se muestra a María como intercesora y como una figura materna preocupada por el bienestar de los demás.
En el episodio de la crucifixión, vemos a María como la Madre dolorosa, que permanece fiel a su Hijo hasta el final. Es en ese momento cuando Jesús confía a María al discípulo amado, expresando así su preocupación por ella y por su futuro. Con este gesto donde el discípulo amado es imagen de toda la humanidad, Jesús nos da a María como madre. Llama la atención que el nombre de la madre de Jesús no aparece en todo el evangelio.
La mujer vestida de sol: el apocalipsis de Juan (12,1-17)
En el capítulo 12 del último libro de la Biblia, atribuida a San Juan y en todo caso a la tradición joánica, aparece una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz (12,1).
Con este símbolo polivalente, que evoca la maternidad mesiánica de Israel, se incluye a María como la culminación de esa maternidad. María tiene un papel fundamental en la lucha contra el mal que los creyentes tienen.
En la visión, la mujer está a punto de dar a luz, y un gran dragón rojo aparece para devorar al niño en cuanto nazca. El niño representa a Jesús, y el dragón simboliza al diablo, quien intenta impedir el cumplimiento de la obra salvífica de Cristo. Sin embargo, el niño es llevado al cielo por Dios, y la mujer huye al desierto para protegerse de la persecución del dragón.
El pasaje también habla de una batalla en el cielo entre los ángeles de Dios y los ángeles rebeldes liderados por el dragón. Los ángeles buenos prevalecen, y el dragón es arrojado a la tierra, donde continúa su lucha contra la mujer y su descendencia, es decir, contra la Iglesia y los creyentes.
María Auxiliadora: mujer del apocalipsis
En el cuadro de María de la Basílica de Turín, la virgen de don Bosco está coronada como una reina, no solo por la diadema que reposa sobre su rubio cabello, sino como la mujer del Apocalipsis, con doce estrellas, vestida de sol.Alrededor de ella, formando la corona celestial, encontramos un numeroso grupo de ángeles.
Estas doce estrellas son símbolo de las doce tribus de Israel, pueblo elegido para la revelación de Jesús como mesías. Los doce apóstoles, pilares fundamentales, son los representantes del nuevo pueblo de Israel. Las seis puntas de las estrellas son el símbolo de María y del encuentro en ella entre Dios y los hombres.