‘’Creemos en Jesús resucitado, Señor de la vida y de la historia, porque hemos hecho también, por gracia del Espíritu de Dios, en el seno de la comunidad de la Iglesia, en su liturgia y en la oración personal, en el servicio gratuito a los demás, la experiencia personal y convincente de su presencia salvadora’’[1].

Sin duda la experiencia del Resucitado en la vida del cristiano es fundamental. Pero ¿cómo podemos explicar todas las incongruencias que existen entre los diferentes evangelistas al expresar esta experiencia de la resurrección?

Los primeros discípulos se encuentran, como todos, con la peor experiencia de sus vidas: la muerte de su amigo Jesús, en el que habían puesto todas sus esperanzas, y que ahora los había defraudado.

Tarde o temprano, todos los seres humanos han pasado, hemos soportado o nos encontraremos ante la experiencia de la muerte de nuestros familiares, nuestros amigos o incluso de nosotros mismos. La sociedad actual ha intentado camuflar la muerte de muchos modos, y evitar la cruel certeza de su finitud.

¿No es insoportable creer que todo por lo que hemos luchado, todo lo que hemos querido, todo lo que hemos hecho durante nuestra vida cae en el vacío tras la inminente llegada de la muerte? Por eso en nuestro interior sentimos la imposibilidad de que todo esto se desvanezca, e intentamos creer en la certeza de que todo por lo que luché, amé e hice no puede terminar así.

Sin embargo, a pesar de mi voluntad de la existencia de una continuidad a todo esto, me doy cuenta de que no puedo volver a hablar como antes con mis seres queridos, ni hacerles volver, ni siquiera puedo imaginar el sitio donde puedan encontrarse.

Esto mismo pensaron los discípulos. No creían en la posibilidad de traer de vuelta al que habían creído que les salvaría de todas las injusticias que vivían, a Jesús de Nazaret. Hasta que, de repente, se toparon con una experiencia inesperada que les cambia la vida para siempre. Una experiencia tanto ambigua como cierta, vivida con tanta incertidumbre como verdad. Esto es lo que nos encontramos en los evangelios, que brevemente explican esta primera experiencia al final de sus narraciones.

No se trata ahora de hacer una interpretación (hermenéutica) de lo que los evangelistas nos quisieron decir a través de sus narraciones sobre la Resurrección, sino de ver que cada uno intenta expresar con matices esa experiencia inefable que habían vivido o habían escuchado, y que por lo tanto, les lleva a grandes divergencias.

El primer evangelista Marcos es el primero de todos en narrar esta experiencia en el capítulo 16 de esta manera:

1Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamarle. 2Y muy de madrugada, el primer día de la semana, a la salida del sol, van al sepulcro.3Se decían unas otras: «¿Quién nos retirará la piedra de la puerta del sepulcro?» 4 Y levantando los ojos ven que la piedra estaba ya retirada; y eso que era muy grande. 5Y entrando en el sepulcro vieron a un joven sentado en el lado derecho, vestido con una túnica blanca, y se asustaron.

Tras la experiencia de la muerte, las mujeres eran las únicas que estaban preocupadas. A pesar del miedo, fueron a comprar aromas y muy temprano fueron a embalsamarlo, ya que el viernes no lo había podido hacer bien. Para su sorpresa, aunque no habían pensado en cómo quitar la piedra, se encuentran que el sepulcro está abierto. ¡Vaya susto se llevaron al ver que cuando entraron en el sepulcro no encuentran a un muerto, sino a un joven vestido con una túnica blanca.

6Pero él les dice: «No os asustéis. Buscáis a Jesús de Nazaret, el Crucificado; ha resucitado, no está aquí. Ved el lugar donde le pusieron. 7 Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro que irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo.» 8 Ellas salieron huyendo del sepulcro, pues un gran temblor y espanto se había apoderado de ellas, y no dijeron nada a nadie porque tenían miedo.

A pesar del anuncio del joven sobre la resurrección de su Señor, las mujeres ni siquiera preguntan por el cuerpo que venían a embalsamar. Dejan sus perfumes en el sepulcro vacío y huyen despavoridas, con miedo a decir si quiera que habían visto al joven, cuanto más decir que Jesús había resucitado.

A esta narración de Marcos, el evangelista Mateo, años más tarde añade la experiencia de los guardias, y cambia la actitud de las mujeres.

1Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. 2 De pronto se produjo un gran terremoto, pues el Ángel del Señor bajó del cielo y, acercándose, hizo rodar la piedra y se sentó encima de ella. 3 Su aspecto era como el relámpago y su vestido blanco como la nieve.4 Los guardias, atemorizados ante él, se pusieron a temblar y se quedaron como muertos. 5 El Ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: «Vosotras no temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el Crucificado; 6no está aquí, ha resucitado, como lo había dicho. Venid, ved el lugar donde estaba. 7 Y ahora id enseguida a decir a sus discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis.» Ya os lo he dicho.» 8 Ellas partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos.

No tenemos una grabación ni ninguna prueba de lo que sucedió exactamente aquella noche, pero seguramente pasaría algo especial. Esto llevó a los guardias a definir aquella experiencia como un terremoto, quizás exagerando lo que verdaderamente sucedió.

El evangelista Mateo amplía esta experiencia en el sepulcro con dos sucesos posteriores más de los protagonistas de esta escena:

  1. Jesús se aparece resucitado a las mujeres que les repite las palabras del ángel del sepulcro (Mt 28, 9-10)
  2. Los guardias, en lugar de ir a sus jefes por miedo a las consecuencias, van a los sacerdotes, que los sobornaron con dinero, e hicieron creer a los judíos que habían robado el cuerpo de Jesús. (Mt 28, 11-15).

Continúa el evangelista Marcos haciendo un resumen de todo que se sucedió hasta la ascensión del Señor a los cielos:

9Jesús resucitó en la madrugada, el primer día de la semana, y se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. 10 Ella fue a comunicar la noticia a los que habían vivido con él, que estaban tristes y llorosos. 11 Ellos, al oír que vivía y que había sido visto por ella, no creyeron.12 Después de esto, se apareció, bajo otra figura, a dos de ellos cuando iban de camino a una aldea. 13 Ellos volvieron a comunicárselo a los demás; pero tampoco creyeron a éstos. 14 Por último, estando a la mesa los once discípulos, se les apareció y les echó en cara su incredulidad y su dureza de corazón, por no haber creído a quienes le habían visto resucitado. 15 Y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. 16 El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. 17 Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, 18agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien.» 19 Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios. 20 Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban.

Primero se le aparece a María Magdalena y luego a dos discípulos. Sin embargo, los apóstoles no lo creyeron hasta que se les apareció y les mandó predicar por el mundo la buena noticia.

Mateo también presenta brevemente la aparición en Galilea a los once y la misión universal de hacer discípulos a todas las personas.

16Por su parte, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. 17Y al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron. 18 Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. 19 Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, 20 y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.

Por último, de entre los evangelios sinópticos, Lucas amplia considerablemente el texto de Marcos. En lugar de un joven, nos encontramos con “dos hombres con vestidos resplandecientes”.  De nuevo los discípulos aparecen incrédulos ante el anuncio de las mujeres, aunque Pedro corre al sepulcro y queda asombrado.

Aparece tras esto uno de los fragmentos más utilizados de las apariciones de Jesús Resucitado, pero que solo aparece en este evangelio. Me refiero al fragmento de los discípulos de Emaús, ampliando brevemente la referencia del final del evangelio de Marcos. Ha sido uno de los más comentados e interpretados, ya que el evangelista nos proporciona una catequesis completa sobre la eucaristía, cuyo final muchos conocemos a la perfección: “30 Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. 31 Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron”.

Dos añadidos aparecen de nuevo en Lucas durante la aparición a los discípulos. Jesús se aparece a ellos diciendo “la paz con vosotros” e incluso come con ellos pez asado.

Mucho más amplio resulta el evangelio de Juan que hace hincapié en otros aspectos. Este evangelio, más tardío que los tres sinópticos, hace una reflexión profunda de los hechos y quiere dar una explicación exhaustiva de los mismos. Describe escuetamente la ida al sepulcro de María Magdalena, que ya los demás evangelistas habían descrito con más detenimiento. Sin embargo, ahora se centra en el añadido que Lucas había realizado en el capítulo 24, 12. Mientras que Marcos y Mateo dicen que los discípulos no creyeron a María Magdalena, Lucas y Juan narra la carrera hacia el sepulcro de Pedro, aunque este último evangelista también se introduce a sí mismo en esa carrera. Juan cuenta que el discípulo a quien Jesús quería, es decir, él, y Pedro corrieron al sepulcro. Él, que era más joven, llegó antes pero no entró. Al llegar Pedro, entró primero en el sepulcro y vieron las vendas y el sudario, como signos visibles de la resurrección.

Tras esto, Juan expone de forma amplia el encuentro del resucitado con María Magdalena. Mientras que Marcos solo dice que Jesús se le apareció a ella, y Mateo dice que se le apareció a las mujeres, Juan amplia la narración al encuentro personal del Resucitado con María Magdalena. En esta narración del capítulo 20, 11-18 de Juan ella se encuentra llorando fuera del sepulcro. Dos ángeles le preguntan sobre el sentido de su llanto, a lo que responde que era porque se habían llevado a su Señor. Y es entonces que se produce el conocido encuentro:

15Le dice Jesús: ‘’Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?” Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: “Señor, si tú lo has llevado dime dónde lo has puesto y yo me lo llevaré”. 16Jesús le dice: “María”. Ella se vuelve y le dice en hebreo: “Rabbuní”- que quiere decir Maestro-17Dícele Jesús: “No me toques, que todavía no he subido al Padre. Vete donde mis hermanos y diles: “Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios”.

Una nueva ampliación surge en el evangelio de Juan tras esto. La aparición a los discípulos de nuevo se convierte en una profundización narrada por este discípulo, que había vivido de primera mano ese encuentro. A la narración de Lucas, donde Jesús se aparece con la frase “la paz con vosotros”, Juan expone dos añadidos más:

  • Jesús sopla sobre ellos y les envía el Espíritu Santo, dándoles potestad para perdonar los pecados.
  • La historia de Tomás que no creyó a los apóstoles.

Por último, Juan realiza un gran epílogo que es único en su evangelio. Es la aparición de Jesús Resucitado a orillas del lago de Tiberíades, que tantas interpretaciones ha tenido a lo largo de la historia exegética.


[1] JIMENEZ ORTIZ, Antonio. La fe en tiempos de incertidumbre, ARTIA, Madrid, 2015. pp. 223.

1 thought on “La Resurrección en los cuatro evangelios

  1. No se mucho de nada y ya sabes los paralelismos «raros» que hago. De todos modos queria darte animos!!!! Noli me tangere. Correggio

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