La obra que voy a intentar explicar es un óleo sobre lienzo realizado por Diego Rodríguez de Silva y Velázquez.

El autor, comúnmente conocido por Diego Velázquez, es una de las figuras más importantes de la pintura española del siglo XVII. Sevillano de nacimiento, había conseguido un traslado a Madrid como pintor del rey Felipe IV, gracias a la protección del Conde Duque de Olivares. Gracias a sus dones artísticos se ganó la confianza del rey, que lo mandó a Italia para la adquisición de obras de arte para su colección.

Velázquez recibió el encargo de realizar cinco retratos ecuestres para el Salón de Reinos del palacio del Buen Retiro, situado en Madrid, donde el Conde Duque de Olivares había fomentado la construcción de este palacio para el descanso del rey y la corte.

Los retratos ecuestres de la familia real de Felipe III y Felipe IV fueron colocados en los dos frentes menores, muros oeste y este, de este salón. En el muro oeste se colocaron los retratos de Felipe IV a caballo y el retrato de la reina Isabel de Francia a caballo. En muro este se encontraban los cuadros de: El Príncipe Baltasar Carlos a caballo, Felipe III a caballo y La Reina Margarita de Austria a caballo.

El cuadro al que vamos a dedicar este comentario (Felipe IV a caballo) se sitúa entre 1633 y 1635, tras la vuelta del primer viaje que Velázquez realiza a Italia con el propósito que ya hemos citado. Se corresponde con la etapa de madurez del autor en la que encontramos obras tan famosas como Las Meninas y Las hilanderas.

Dejando atrás un poco el contexto del cuadro nos vamos a centrar ahora en una descripción más detallada de su contenido.

Velázquez representa al rey Felipe IV montado en un caballo que está realizando un salto de corveta, paso de equitación que se caracteriza por hacer andar al caballo sobre sus dos patas traseras.  

El rey se encuentra de perfil y va vestido con una armadura y un traje de gala. Empuña con su mano derecha la bengala y con la otra tiene con firmeza las riendas de su corcel. También encontramos la banda carmesí y el sombrero cuyas plumas son movidas por el aire. Simboliza el poder y el prestigio de ese trono ambulante donde el rey ejercía este poder, y la firmeza con la que toma las riendas se puede tomar como símbolo de la firmeza con la que rige el Estado.

Como paisaje de fondo nos encontramos una atmósfera plateada, montes azulados y cielo nubloso, que completan esa imagen que simboliza el poder y la destreza. Es la vista que se ve desde el Palacio del Pardo, la sierra de Guadarrama.

Detrás del rey se encuentra un árbol que delimita el cuadro en su parte izquierda. En sus raíces podemos ver un papel blanco arrugado.

Es probable que entre todos los retratos ecuestres, éste sea uno de los pocos realizado enteramente por Velázquez.

Felipe IV fue hijo de Felipe III y Margarita de Austria. Nacido en 1605 y falleció en 1665. Se casó en 1615 con Isabel de Borbón y heredó el trono en 1621.

Reinó ayudado por el Conde Duque de Olivares, que realizará una gran política exterior e intentará elevar la figura de este rey.

Pero la guerra con los Países Bajos y Francia contribuyó al declive y la caída de su monarquía. Aunque no era un gran gobernante, era un rey que amaba el arte, la música y el teatro. Su carácter de mecenas, sobre todo, en la figura de Velázquez y otros pintores contribuirá al auge del Siglo de Oro español. También contribuyó en el teatro gracias a la representación de las comedias que se hacían en la corte. Así conviven en su época grandes autores de comedia como Calderón de la Barca.

En cuanto al uso que se ha hecho de la obra, hemos dicho ya, que en un principio formó parte de una serie de retratos ecuestres que se pusieron en el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro, lugar donde se recibían a diferentes monarcas. Con esto el cuadro tenía esa intención de mostrar el poder y el prestigio de Felipe IV.

Actualmente forma parte del conjunto de cuadros de la pinacoteca del Museo del Prado en Madrid, donde podemos disfrutar de esta obra y de cuyo protagonista principal nos enseña mucho sobre la historia de España.

Como podemos intuir de la después de la descripción, el retrato en la Edad Moderna es signo de poder. La contemplación de un retrato era algo que los poderosos ansiaban en esta época, así se podía exhibir el poder que tenían. La pintura de un retrato era encargada para que incluyese todos los elementos como joyas, blasones, vestidos, armas y todo aquello que pudiera dar mayor poder. Eran, como hemos visto, llevados a grandes galerías o estancias donde estaban a la vista de todos en busca del respeto y el elogio. Todos los cuadros se encuentran dentro de un marco de interpretación, con unos códigos particulares de interpretación.

Así en el siglo XVIII se acaba de codificar el tipo de retrato cortesano donde se mezclan las tradiciones pictóricas del norte y del sur, donde Rubens juega un papel fundamental. Él fue responsable de la mirada de Velázquez sobre Tiziano y del aprendizaje de Van Dyck.

Por eso, los retratos maduros de Velázquez muestran esa superación del modelo cortesano madrileño de Moro y Sánchez Coelli a través del ejemplo de Tiziano. Para Velázquez retratos como Carlos V a caballo en la batalla de Muhlberg de Tiziano fue de gran influencia para la realización de este retrato, ya que este tipo de retrato se había convertido en un arquetipo fundamental de la época.

Por ello tienen mucho en común estos dos retratos ecuestres, más incluso que la influencia de Rubens.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *