- Introducción
En este trabajo propongo hacer un análisis del texto “Manet y los impresionistas” de Stephen F. Eisenman, mediante el cual podremos ver el cambio que se da en la pintura con la llegada del impresionismo a mediados del siglo XIX en Francia, acompañada por el cambio de París con la llamada haussmanización. La ciudad de París será testigo constante del cambio, no solo cultural, sino mental que se da en la ciudad y en sus ciudadanos, entre ellos, los artistas. A través de Edouard Manet y su obra Olympia, y de su amigo Cláude Monet con su obra Regatas en Argenteuil profundizaremos sobre el nuevo discurso y las nuevas técnicas que el precursor del impresionismo y su discípulo llevan a cabo con sus obras. Veremos un cambio de mentalidad reflejado en una nueva forma de pintar con este movimiento.
- Contexto y autor
Comprender brevemente el siglo XIX se hace indispensable para entender la gestación del movimiento impresionista desde mediados del siglo XIX en París, y este cambio de mentalidad que conllevará. Este siglo se inicia tras uno de los acontecimientos más importantes que cambiará la historia de Europa para siempre: la Revolución Francesa (1789). El palacio de las Tullerías de París fue testigo de la bipolaridad existente al inicio del siglo XIX en Francia. Mientras que Luis XVI fijaba brevemente su estancia en él, como símbolo del Antiguo Régimen, fuera del palacio, se alzaba la revolución. Tras ser guillotinado, Francia parecía gestar una nueva forma de entender la política.
Todo cambió tras el golpe de Estado de Napoleón Bonaparte y su Imperio, que no logrará alcanzar su objetivo de no volver a restaurar la monarquía. Todos los ideales revolucionarios de Napoleón se acabaron con la Restauración de 1815, realizada por el Congreso de Viena, para volver al Antiguo Régimen que se había querido abolir. Sin embargo, la llegada al poder de Luis XVIII no evitó que la ciudad de París quedara en calma. Una nueva Revolución estallará en 1830, como preludio de la abdicación del rey Luis Felipe en 1845 y la instauración de la Segunda República, en la que se elige a Luis Napoleón Bonaparte, sobrino del anterior emperador, como presidente. Napoleón III, tras un golpe de estado, instaurará el segundo Imperio hasta 1870, que acabará tras quedar prisionero de la guerra franco-prusiana. De esta manera, muchos años después de que Jacques Luois David invitara con su obra El juramento de los Horacios (1784)a la revolución, el impresionismo se abre paso en un París muy diferente al de principio de siglo, que había empezado a cambiar tras la toma de la Bastilla, la cual había traído consigo demasiadas muertes, entre ellas la del líder jacobino Jean P. Marat, “degollado como un animal para el sacrificio”[1]. La llegada de una nueva República, más larga, no estará exenta de complicaciones, como La Comuna.
En este último momento tenemos que enmarcar a los impresionistas. Solo conociendo este contexto podremos conocer realmente el nuevo discurso que se dará con esta nueva pintura. Abrimos este discurso con las palabras de una carta de Coubert, escrita mientras los cañones bombardeaban la Comuna: “París es un verdadero paraíso: nada de policía, nada de tonterías, ninguna imposición, ninguna disputa. París marcha solo, como si fuera sobre ruedas; Sería necesario permanecer así para siempre”[2]. Aunque no quiso considerarse impresionista, Édouard Manet fue, sin duda, su precursor, ya que “los criterios que él aplica al cuadro figurativo son trasladados por Claudio Monet (1840-1926) al paisaje”[3], uno de los impresionistas más importantes.
Tras el cambio sufrido por la ciudad de París tras 1852, convirtiéndose ‘’en el lugar que conocemos hoy en día, una ciudad de la moda, la elegancia, el desenfado y la indiferencia’’[4] (Haussmanización), nos encontramos con una nueva manera de mirar a la realidad, que traerá consigo un nuevo discurso: “el flaneur era el eterno ocioso, curioso o mirón de escaparates que veía la ciudad de París como un espectáculo”[5].
- Estructura del capítulo Manet y los impresionistas
Comienza el artículo situando cronológicamente al precursor del movimiento impresionista, y narrando los cambios que en esa época sufrirá la ciudad de París, mediante la reconstrucción desde 1852. El protagonista es Edouard Manet, identificado más adelante como un auténtico flaneur. A través de las obras Música en las Tullerías y El balcón, Manet se acerca el mundo de la élite social de París. Sin embargo, tras la exposición de la complicidad de la flaunerie con ‘’la fetichización de las mercancías y la intriga’’[6], el documento narra cómo Manet se desmarca, en cierto sentido, de la ideología imperante con su cuadro Olympia. El autor aprovecha el cuadro, donde aparecen una mujer blanca desnuda y una mujer negra vestida, para hacer un recorrido por la historia de la pintura de mujeres desnudas durante el siglo XIX, donde “ninguna fue tan polémica como la de Manet”[7]. También recorrerá la historia de las representaciones de mujeres negras durante este siglo, también con diferencias.
Tras su descripción pormenorizada del cuadro y de sus implicaciones históricas, aparece un nuevo apartado titulado “El impresionismo y los bienes de consumo”, que narra la trayectoria, que tras Manet, precursor de impresionismo, tendrán sus seguidores. Enmarca cronológicamente al movimiento, profundizando en su contexto histórico y etimología, con las tres innovaciones que unen al movimiento, que luego aplicaremos a uno de los cuadros más importantes de Monet.
Haciendo un parangón con el fetichismo de mercancías de El Capital de Marx, el artículo continúa narrando la utilización en la compra-venta, publicidad y exposiciones de las obras impresionistas, y acaba hablando de las connotaciones políticas del impresionismo, y de las “dos interpretaciones opuestas del impresionismo”[8].
- Cambio de discurso sobre la mujer en la Olympia de Manet
Uno de los temas que encontramos al inicio del artículo es el tema de la mujer en Manet, representada en su cuadro de Olympia. Este cuadro, muy criticado en su época, como leemos en el texto, rompe con los esquemas femeninos de la época, ya que “Manet parecía resistirse a las estructuras dadas a la ideología clasista y sexista”[9]. El hecho de colocar a una prostituta desnuda como protagonista del cuadro, dice mucho de la mentalidad de Manet, ya que rompe con la idealización femenina clásica. Por eso, aunque en la época fuese escandalizador, me parece una idea totalmente innovadora y valiente, con la mentalidad abierta de un artista capaz de romper expectativas con el fin de denunciar la cruda realidad social e intentar cambiar el concepto sobre la mujer en la pintura y en la sociedad, que desde ahora parecía agotarse con él y dar un paso más.
Con este cuadro se rompe el concepto de la mujer en la pintura, ya que “hasta Manet, la mayoría de los artistas que pintaron desnudos para gabinetes o para exposiciones de arte recrearon mujeres pertenecientes a clases altas”[10]. Manet fue, por tanto, el profeta que supo a través de la pintura denunciar una sociedad en el siglo XIX donde la mujer estaba relegada a un segundo plano, más aún cuando se dedicaba a la prostitución. Además de su discriminación social, en el arte la figura femenina tenía que cumplir una serie de rasgos que excluía a muchas mujeres que se salían del prototipo femenino, utilizado por muchos de los pintores anteriores, que se había dado a lo largo de la historia, desde la época clásica hasta el momento.
Aunque nos llevaría un trabajo más largo describir todos y cada uno de los detalles que Manet propone en su cuadro, me gustaría destacar la mirada desafiante de la mujer, que aunque había sido rechazada por muchos críticos de la época, se mantiene firme en su búsqueda de la dignidad que se merecía, a pesar de la mirada de aquellos que buscan su marginalidad, y la comodidad de una vida donde lo imperfecto era despreciable.
Por tanto, este cuadro es capaz de hacer una defensa de la dignidad de toda persona, sobre todo, de las mujeres, que eran y son apartadas por una sociedad que las aparta. La cultura había idealizado el cuerpo de la mujer, que en este cuadro “aparece con sus defectos corporales y por eso sorprende a un público acostumbrado a ver representaciones de mujeres idealizadas”[11]. Manet lleva a cabo con este cuadro, no solo un cambio de la estructura de valores, sino toda una defensa de la dignidad de la mujer y de su derecho a tener libertad, individualidad y respeto. Por eso, este cuadro aún nos sigue escandalizando en la actualidad, y nos invita a hacer una reflexión social profunda sobre el papel de la mujer en la sociedad actual y la necesidad del respeto e igualdad.
- Aplicación del impresionismo en Regata de Argenteuil de Monet
Las tres características que propone el texto sobre las innovaciones que de los artistas impresionistas se encuentran en el cuadro de Monet titulado Regata en Argenteuil (1872). Desde su vuelta de Londres ese año, Monet llega a Argenteuil, que “fue para Monet una especie de Venecia flotante en las cercanías de París donde la pintura se volvía laberinto”[12], donde además podía encontrarse con su amigo Manet.
Como buen impresionista, Monet es capaz de eliminar toda la suciedad de aquel suburbio industrial, que expulsaba todo a las aguas del río Sena. También elimina el uso en esta obra del “dibujo preparatorio oscuro, a menudo de color rojizo, para establecer un profundo espacio pictórico aun antes de pintar nada más”[13], y utilizará por el contrario otro “dibujo preparatorio de tonos claros”[14].
La segunda innovación de la que trata el texto es la pintura al aire libre de estos nuevos pintores. De esta forma en el río Sena, Monet había instalado su barca, especie de submarino al aire libre, desde el cual era capaz de captar el brillo de la luz en el Sena y representarlo a través de sus colores, con la nueva técnica impresionista, en la cual “la fuerte luz veraniega difumina los contornos de los barcos y de las casas, creando magníficos reflejos en el agua, representando de manera perfecta el movimiento”[15]. Todo el entusiasmo que había puesto Monet en crear una nueva forma de concebir la pintura, se ve reflejado en una de las obras de su amigo y precursor del que será el movimiento promovido por Monet, su amigo Manet. Su obra Monet trabajando en su barca. Argenteuil (1874) es el fiel reflejo de esta nueva forma de concebir la pintura y el taller al aire libre, que reflejará de nuevo esta nueva mentalidad que se producirá en la época.
Para Monet su taller será una barca, donde “ya no hay un testigo claro de la naturaleza, sino un participante en ella, alguien que anula la distancia entre el objeto y el sujeto y se deja mover por el medio que su pintura misma mueve”[16]. De esta forma, muchos pintores con caballete y pintura en mano recorrían los lugares de París para realizar sus obras. Una nueva forma de concebir la vida, a pesar de todo, se estaba gestando aquí.
Por último, esta obra de Monet también contiene la tercera de las características que propone el texto, ya que incluso antes de que apareciera el impresionismo Monet es capaz de aunar todas las características de este movimiento que surgirá, sobre todo la particular forma de usar las pinceladas. Además de esto, podemos decir también que muchas obras de Monet, hasta en la actualidad están siendo subastadas, o forman parte de museos, en concreto esta obra se encuentra en el Museo de Orsay, en París. La pintura, por tanto, refleja esta nueva forma de pensar, y crea un nuevo discurso sobre la realidad que estos autores viven de forma concreta en Francia.
El impresionismo es no solo un movimiento artístico nuevo, sino una nueva forma de mirar la realidad, un nuevo discurso que marcará para siempre la historia de la pintura.
BIBLIOGRAFÍA:
AZNAR ALMAZÁN, Y., García Hernández, M. A., y Nieto Yusta, C. Los discursos del arte contemporáneo. Madrid: Editorial Universitaria Ramón Areces, 2011.
DE LA PEÑA GÓMEZ, Mª Pilar. Manual Básico de Historia del Arte, Universidad de Extremadura, 2018.
EISENMAN, Stephen F. ‘’Manet y los impresionistas’’, en VV. AA., Historia crítica del arte del siglo XIX, Madrid, Akal, 2001, pp. 252-287.
PRAZ, Mario, ‘’David, astro frío’’ en Mario Praz, El gusto neoclásico, Barcelona, Gustavo Gili, 1982, pp.144-150.
STAROBINSKI, Jean, ‘’El juramento: David’’, en Jean Starobinski, Los emblemas de la razón, Madrid, Taurus, 1988, pp. 55-68.
VARELA FERNÁNDEZ, Julia, La percepción social del desnudo femenino en el arte “siglos XVI-XIX”. Pintura, mujer y sociedad, Madrid, UCM, 2001.
[1] Praz, 1982:149.
[2] Aznar, 2011: 68.
[3] Peña, 2018: 156.
[4] Eisenmann, 2001: 252.
[5] Eisenmann, 2001: 253.
[6] Eisenmann, 2001: 255
[7] Eisenmann, 2001: 257
[8] Eisenmann, 2001: 265
[9] Eisenmann, 2001: 255
[10] Varela, 2001: 381
[11] Varela, 2001: 386
[12] Aznar, 2011: 92
[13] Eisenmann, 2001: 260
[14] Eisenmann, 2001: 260
[15] https://www.artehistoria.com/es/obra/regata-en-argenteuil
[16] Aznar, 2011: 94