Nadie puede pelear la vida aisladamente […] Se necesita una comunidad que nos sostenga.
Los sueños se construyen juntos.
Estamos más solos que nunca en este mundo masificado que hace prevalecer los intereses individuales y debilita la dimensión comunitaria de la existencia.
¿Qué significan hoy algunas expresiones como democracia, libertad, justicia, unidad? Han sido manoseadas y desfiguradas para utilizarlas como instrumento de dominación.
Necesitamos constituirnos en un «nosotros» que habita la casa común.
La organización de las sociedades en todo el mundo está lejos de reflejar con claridad que las mujeres tienen exactamente la misma dignidad e idénticos derechos que los varones.
Todavía hay millones de personas -niños, hombres y mujeres de todas las edades-privados de su libertad y obligados a vivir en condiciones similares a la esclavitud.
Impera una indiferencia cómoda, fría y globalizada, hija de una profunda desilusión que se esconde detrás del engaño de una ilusión: creer que podemos ser todopoderosos y olvidad que estamos todos en la misma barca.
Cultura del aislamiento, no; cercanía, sí. Cultura del enfrentamiento, no; cultura del encuentro, sí.
Nos hemos empachado de conexiones y hemos perdido el sabor de la fraternidad.
Si no logramos recuperar la pasión compartida por una comunidad de pertenencia y de solidaridad, a la cual destinar tiempo, esfuerzo y bienes, la ilusión global que nos engaña se caerá y dejará a muchos a merced de la náusea y el vacío.
Una persona y un pueblo sólo son fecundos si saben integrar creativamente en su interior la apertura a los otros.
Las relaciones digitales, que eximen del laborioso cultivo de una amistad, de una reciprocidad estable, e incluso de un consenso que madura con el tiempo, tienen apariencia de sociabilidad. No construyen verdaderamente un «nosotros».
Al desaparecer el silencia y la escucha, convirtiendo todo en tecleos y mensajes rápidos y ansiosos, se pone en riesgo esta estructura básica de una sabia comunicación humana.
Un camino de fraternidad, local y universal, solo puede ser recorrido por espíritus libres y dispuestos a encuentros reales.
Nos hace falta reconocer la tentación que nos circunda de desentendernos de los demás; especialmente de los más débiles.
Somos analfabetos en acompañar, cuidar y sostener a los más frágiles y débiles de nuestras sociedades desarrolladas. Nos acostumbramos a mirar para el costado, a pasar de lado, a ignorar las situaciones hasta que estas nos golpean directamente.
No es una opción posible vivir indiferentes ante el dolor, no podemos dejar que nadie quede «a un costado de la vida». Esto nos debe indignar, hasta hacernos bajar de nuestra serenidad para alterarnos por el sufrimiento humano.
¿Nos inclinaremos para tocar y curar las heridas de los otros? ¿Nos inclinaremos para cargarnos al hombro unos a otros?
A veces los que dicen no creer, pueden vivir la voluntad de Dios mejor que los creyentes.
Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud «si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás».
Nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar.
Nuestra relación, si es sana y verdadera, nos abre a los otros que nos amplían y enriquecen.
El amor auténtico, que ayuda a crecer, y las formas más nobles de la amistad, residen en corazones que se dejan contemplar.
La altura espiritual de una vida humana está marcada por el amor.
Volvamos a promover el bien, para nosotros mismos y para toda la humanidad, y así caminaremos juntos hacia un crecimiento genuino e integral.
El mundo existe para todos, porque todos los seres humanos nacemos en esta tierra con la misma dignidad. Las diferencias de color, religión, capacidades, lugar de nacimiento, lugar de residencia y tantas otras no pueden anteponerse o utilizarse para justificar los privilegios de unos sobre los derechos de todos.
Nadie puede quedar excluido, no importa dónde haya nacido, y menos a causa de los privilegios que otros poseen porque nacieron en lugares con mayores posibilidades.
Quien no vive la gratuidad fraterna, convierte su existencia en un comercio ansioso, está siempre midiendo lo que da y lo que recibe a cambio. Dios en cambio, da gratis, hasta el punto de que ayuda aun a los que no son fieles.
Cuido y cultivo algo que poseo, de manera que pueda ser un aporte al bien de todos.
Hay narcisismos localistas que no son un sano amor al propio pueblo y a su cultura. Esconden un espíritu cerrado que, por cierta inseguridad y temor al otro, prefiere crear murallas defensivas para preservarse a sí mismo.
Una persona, mientras menos amplitud tenga en su mente y en su corazón, menos podrá interpretar la realidad cercana donde está inmersa.
Los otros son constitutivamente necesarios para la construcción de una vida plena.
La buena política busca caminos de construcción de comunidades en los distintos niveles de la vida social, en orden a reequilibrar y reorientar la globalización para evitar sus efectos disgregantes.
Es caridad acompañar a una persona que sufre, y también es caridad todo lo que se realiza, aun sin tener contacto directo con esa persona, para modificar las condiciones sociales que provocan su sufrimiento.
Mientras muchas veces nos enfrascamos en discusiones semánticas o ideológicas, permitimos que todavía hoy haya hermanas y hermanos que mueran de hambre o de sed, sin un techo o sin acceso al cuidado de su salud.
Los héroes del futuro serán los que sepan romper esa lógica enfermiza y decidan sostener con respeto una palabra cargada de verdad, más allá de las conveniencias personales.
Para que una sociedad tenga futuro es necesario que haya asumido un sentido respeto hacia la verdad de la dignidad humana.
En una sociedad pluralista, el diálogo es el camino más adecuado para llegar a reconocer aquello que debe ser siempre afirmado y respetado.
¡Armemos a nuestros hijos con las armas del diálogo! ¡Enseñémosles la buena batalla del encuentro!
Hoy no suele haber ni tiempo ni energías disponibles para detenerse a tratar bien a los demás, a decir «permiso», «perdón», «gracias». Pero de vez en cuando aparece el milagro de una persona amable, que deja a un lado sus ansiedades y urgencias para prestar atención, para regalar una sonrisa, para decir una palabra que estimule, para posibilitar un espacio de escucha en media de tanta indiferencia.
En muchos lugares del mundo hacen falta caminos de paz que lleven a cicatrizar las heridas, se necesitan artesanos de paz dispuestos a generar procesos de sanación y de reencuentro con ingenio y audacia.
Cada violencia cometida contra un ser humano es una herida en la carne de la humanidad; cada muerte violenta nos disminuye como personas.
Es necesario tratar de identificar bien los problemas que atraviesa una sociedad para aceptar que existen diferentes maneras de mirar las dificultades y de resolverlas.
El camino hacia una mejor convivencia implica siempre reconocer la posibilidad de que el otro aporte una perspectiva legítima, al menos en parte, algo que pueda ser rescatado, aun cuando se haya equivocado o haya actuado mal.
Las grandes transformaciones no son fabricadas en escritorios o despachos.
Quienes pretenden pacificar a una sociedad no deben olvidad que la inequidad y la falta de un desarrollo humano integral no permiten generar paz.
Perdonar no quiere decir permitir que sigan pisoteando la propia dignidad y la de los demás, o dejar que un criminal continúe haciendo daño. Quien sufre la injusticia tiene que defender con fuerza sus derechos y los de su familia precisamente porque debe preservar la dignidad que se le ha dado, una dignidad que dios ama.
Cuando hay algo que por ninguna razón debemos permitirnos olvidar, sin embargo, podemos perdonar. El perdón libre y sincero es una grandeza que refleja la inmensidad del perdón divino.
Los que perdonan de verdad no olvidan, pero renuncian a ser poseídos por esa misma fuerza destructiva que los ha perjudicado. Rompen el círculo vicioso, frenan el avance de las fuerzas de la destrucción.
La venganza nunca sacia verdaderamente la insatisfacción de las víctimas.
La guerra es un fracaso de la política y de la humanidad, una claudicación vergonzosa, una derrota frente a las fuerzas del mal.
Las distintas religiones, a partir de la valoración de cada persona humana como criatura llamada a ser hijo o hija de Dios, ofrecen un aporte valioso para la construcción de la fraternidad y para la defensa de la justicia en la sociedad.
Desde nuestra experiencia de fe y desde la sabiduría que ha ido amasándose a lo largo de los siglos, aprendiendo también de nuestras muchas debilidades y caídas, los creyentes de las distintas religiones sabemos que hacer presente a Dios es un bien para nuestras sociedades.
No puede admitirse que en el debate público sólo tengan voz los poderosos y los científicos. Debe haber un lugar para la reflexión que procede de un trasfondo religioso que recoge siglos de experiencia y sabiduría.
Otros beben de otras fuentes. Para nosotros, ese manantial de dignidad humana y de fraternidad está en el Evangelio de Jesucristo.
Los cristianos pedimos que, en los países donde somos minoría, se nos garantice la libertad, así como nosotros la favorecemos para quienes no son cristianos allí donde ellos son minoría.
Los creyentes nos vemos desafiados a volver a nuestras fuentes para concentrarnos en lo esencial: la adoración a Dios y el amor al prójimo, de manera que algunos aspectos de nuestras doctrinas, fuera de su contexto, no terminen alimentando formas de desprecio, odio, xenofobia, negación del otro.
Cada uno de nosotros está llamado a ser un artesano de la paz, uniendo y no dividiendo, extinguiendo el odio y no conservándolo, abriendo las sendas del diálogo y no levantando muros.
4 thoughts on “Frases importantes de la encíclica «Fratelli tutti»”
Realmente son tan importantes las frases sacados del enciclica, espero que toda la humanida pueda vivir la paz verdadera y la fraternidad.
GRACIA QUERIDO PAPA FRANCISCO
Me parecen muy impirtantes para la convivencia humana los valores y principios de la Encíclica,pero me temo que la capacidad de escuchar y atender parece que a los humanos se nos agotó.Igual me gusta mucho el papa Francisco y su gestión para la Iglesia Católica.
Realmente son tan importantes las frases sacados del enciclica, espero que toda la humanida pueda vivir la paz verdadera y la fraternidad.
GRACIA QUERIDO PAPA FRANCISCO
todo lo q se dice es muy cierto
BUSQUEMOS PAZ¡¡¡¡¡¡¡
Me parecen muy impirtantes para la convivencia humana los valores y principios de la Encíclica,pero me temo que la capacidad de escuchar y atender parece que a los humanos se nos agotó.Igual me gusta mucho el papa Francisco y su gestión para la Iglesia Católica.