En la Introducción [1-5] de esta exhortación apostólica dedicada a la evangelización, el Papa Pablo VI en 1975 busca renovar el compromiso de la comunidad cristiana con el anuncio del evangelio en tiempos de «incertidumbre y malestar». Esto se realiza con motivo de tres acontecimientos:
- El final del Año Santo.
- El décimo aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II.
- Un año después de la III Asamblea General del Sínodo de los Obispos sobre la evangelización.
El Papa considera que la evangelización necesita una renovación de métodos y medios, y se pregunta si la Iglesia está más o menos preparada para anunciar el evangelio tras el Concilio.
En el apartado I, se establece como base fundamental el propio anuncio de Cristo, considerado el primer y más grande evangelizador (nº 7). El núcleo principal de su mensaje es el Reino de Dios, proclamado de ciudad en ciudad, especialmente a los más pobres (nº 6). Jesús anuncia la salvación como un gran don de Dios, que libera de todo lo que oprime al ser humano (nº 9). La recepción de este mensaje por parte del hombre, mediante la gracia, se realiza a través de un cambio interior (metanoia). La proclamación se lleva a cabo de manera infatigable (nº 11) y por medio de innumerables signos (nº 12).
El texto pone énfasis en que la Iglesia, al ser evangelizada, se convierte en evangelizadora y asume la tarea fundamental de la evangelización: la Iglesia existe para evangelizar (nº 14). Sin embargo, no olvida que esta tarea comienza por evangelizarse a sí misma, para luego enviar a los evangelizadores (nº 15). La tríada Cristo-Iglesia-Evangelización se presenta como inseparable.
En el apartado II, se aborda la pregunta sobre qué es evangelizar. El Papa ofrece una respuesta considerando la complejidad del término y evitando una definición parcial, reconociéndola como una realidad rica, compleja y dinámica (nº 17). La primera definición que da se encuentra en el nº 18: Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ámbitos de la humanidad y, con su influjo, transformar y renovar a la humanidad desde dentro.
Aunque el evangelio no se identifica con ninguna cultura específica, se recuerda que este se predica a personas profundamente vinculadas a una cultura. Por ello, no se puede separar el Evangelio de la cultura (nº 20).
En su recorrido, se mencionan distintos modos de evangelizar, que están interrelacionados (nº 21-24):
- El testimonio, no solo con palabras, sino con una vida que interroga.
- La proclamación de la palabra mediante el anuncio del nombre, doctrina, promesas, reino y misterio de Jesús.
- La adhesión de corazón mediante una entrada visible en la comunidad de fieles.
- El evangelizado, a su vez, se convierte en evangelizador.
En el apartado III, sobre el contenido de la evangelización, Pablo VI ofrece una segunda definición: Evangelizar es, ante todo, dar testimonio de Dios revelado por Jesucristo mediante el Espíritu Santo, y testimoniar que ha amado al mundo en su Verbo Encarnado, ha dado a todas las cosas el ser y ha llamado a los hombres a la vida eterna (nº 26).
El centro del mensaje es la salvación en Jesucristo, es decir, la proclamación de que en Él, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres como don de la gracia y de la misericordia de Dios (nº 27).
Este mensaje de salvación afecta a toda la vida del hombre, que necesita ser liberado. Es aquí donde el Papa, con gran sabiduría, vincula la evangelización con la promoción humana (desarrollo), preguntándose: ¿Cómo proclamar el mandamiento nuevo sin promover, mediante la justicia y la paz, el verdadero y auténtico crecimiento del hombre? (nº 31). Al mismo tiempo, reconoce la necesidad de no reducir esta misión a una perspectiva antropocéntrica, limitándose a aspectos económicos, políticos, sociales o culturales, sino reconociendo la primacía de su vocación espiritual (nº 34).
El Papa aborda la liberación evangélica en el contexto de la evangelización (nº 35). Destaca que esta liberación abarca todas las dimensiones del ser humano, incluida su relación con Dios, y no se limita a aspectos económicos o sociales. La Iglesia enfatiza la importancia de mantener la primacía de su vocación espiritual al predicar la liberación, rechazando la sustitución del anuncio del Reino. Se subraya la necesidad de una visión evangélica del hombre y se advierte sobre la incompatibilidad de ciertas nociones de liberación con esta perspectiva. La Iglesia rechaza la violencia como camino de liberación y destaca la importancia de la conversión personal (nº 37).
Se menciona la contribución específica de la Iglesia en la formación de cristianos comprometidos y se vincula la liberación con la necesidad de asegurar la libertad religiosa, especialmente para los cristianos que enfrentan opresión (nº 39).
El apartado IV se dedica a los métodos y medios de evangelización, es decir, a las formas más adecuadas para comunicar el mensaje evangélico. Entre ellos se destacan:
Nº | Medio |
---|---|
41 | Testimonio de vida auténticamente cristiana, entregada a Dios en una comunión que nada debe interrumpir. |
42 | Predicación: proclamación verbal de un mensaje. Destaca en la liturgia de la palabra, mediante la homilía (nº 43). |
44 | La catequesis o enseñanza catequética: educa en costumbres, no solo intelectualmente. Adaptada a la edad, cultura, capacidad de las personas… Necesidad de buenos catequistas. Urgencia del catecumenado de adultos. |
45 | Medios de comunicación social |
46 | Transmisión de persona a persona |
47 | Los sacramentos como verdaderos sacramentos de la fe. |
48 | La religiosidad popular. |
El apartado V aborda los destinatarios de la evangelización, partiendo de la universalidad de la misma, que no conoce fronteras a pesar de los obstáculos. El anuncio se concreta en:
- Primer anuncio a los que no conocen a Jesucristo y su Evangelio (nº 51).
- Anuncio a quienes no han escuchado la Buena Nueva en un mundo descristianizado (nº 52).
- A las religiones no cristianas (nº 53).
- A aquellos que han recibido la fe, a veces desde hace muchas generaciones, pero que enfrentan el secularismo y el ateísmo (nº 54).
- Al mundo secularizado y al ateísmo (nº 56).
- A los no practicantes (nº 57).
- A una inmensa muchedumbre humana que necesita del Evangelio y tiene derecho al mismo.
- Comunidades de base que se mantienen hostiles a la jerarquía.
En el apartado VI, se reconoce que toda la Iglesia es misionera. La exhortación define a los agentes de la evangelización, reconociendo que la Iglesia es enviada y tiene el mandato de evangelizar a todo el mundo con una doble convicción: evangelizar no es un acto individual, sino que la Iglesia en su conjunto es evangelizadora (nº 60).
La Iglesia universal, que tiene este mandato, se encarna en las iglesias particulares, no como una suma de estas últimas (nº 62). Tiene la función de asimilar el mensaje evangélico y traducirlo al lenguaje de los hombres, considerando el pueblo concreto al que se dirige (nº 64).
En esta tarea, todos los miembros de la Iglesia tienen roles específicos:
Nº | Miembro | Tarea |
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65 | Papa o sucesor de Pedro | Principio visible de unidad de las Iglesias. Encargado del ministerio preeminente de enseñar la verdad revelada. |
68 | Obispos | Unidos al sucesor de Pedro, los sucesores de los apóstoles reciben la autoridad de enseñar la verdad revelada. |
68 | Sacerdotes | Responsables, educadores del pueblo, predicadores. |
69 | Religiosos | En su vida consagrada tienen un medio privilegiado de evangelización eficaz mediante el testimonio. |
70 | Seglares | Forma singular de evangelización en el corazón del mundo. |
71 | Familia | Acción evangelizadora en ella misma. |
72 | Jóvenes | Apóstoles de la juventud. |
El apartado VII reconoce que el Espíritu Santo, con su acción, hace posible la evangelización (nº 75). El texto llama a una actitud vigilante en la persona evangelizadora, instándola a creer verdaderamente en lo que anuncia: Paradójicamente, el mundo, que a pesar de los innumerables signos de rechazo de Dios lo busca por caminos insospechados y siente dolorosamente su necesidad, exige a los evangelizadores que le hablen de un Dios a quien ellos mismos conocen y tratan familiarmente, como si estuvieran viendo al Invisible (nº 76).
La ruptura es uno de los hechos que dificulta la evangelización. Por eso estamos llamados a ser servidores de la verdad para ser libres y obtener la paz, animados por un amor que crece siempre por aquellos a los que evangelizamos con el deseo de ofrecer verdad, respetando siempre a la persona y cuidando de no herir. Aprendiendo del fervor de los grandes santos evangelizadores y teniendo a María como estrella de evangelización: Sea Ella la estrella de la evangelización siempre renovada que la Iglesia, dócil al mandato del Señor, debe promover y realizar, sobre todo en estos tiempos difíciles y llenos de esperanza (nº 82).