El Proemio (1-3) expresa el deseo del concilio de establecer una relación más estrecha con toda la humanidad (1). Por ello, el destinatario ya no es únicamente la Iglesia, sino la humanidad entera, es decir, la familia humana (2), ofreciendo una «sincera cooperación» para fomentar la fraternidad frente a las incertidumbres del hombre moderno (3).

En la Exposición Preliminar (4-10), se describe cómo la Iglesia busca responder a los interrogantes de una humanidad que vive en una nueva era de grandes cambios. El n.º 4 señala: «Nunca ha tenido el género humano tanta abundancia de riquezas, posibilidades y capacidad económica, y sin embargo, una gran parte de la población mundial aún sufre hambre y miseria, con un número incalculable de analfabetos». Este apartado aborda la conciencia de los profundos cambios en el orden social y las estructuras mentales, que traen desequilibrios al mundo moderno pero también aspiraciones cada vez más universales. La Iglesia intenta responder a preguntas fundamentales como: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte, que persisten a pesar de los grandes progresos? (n.º 10).

La Primera Parte, titulada La Iglesia y la vocación del hombre, explora y emite un juicio sobre valores fundamentales como la dignidad humana, la comunidad, la actividad humana y su misión en el mundo contemporáneo.

El Capítulo I establece al hombre como el centro y la culminación de todo, hecho a imagen de Dios, destacando su naturaleza social (n.º 12). Se abordan varios elementos:

  • El abuso de la libertad humana y la inclinación al mal que lleva al pecado (n.º 13).
  • El valor del cuerpo humano y la superioridad del hombre respecto a lo creado, gracias a su inteligencia (n.º 14-15).
  • La dignidad de la conciencia moral (n.º 16).
  • La libertad del hombre para elegir (n.º 17).
  • La muerte como revelación del enigma de la condición humana (n.º 18).
  • El ateísmo frente a la vocación humana de comunicación con Dios (n.º 19-20).
  • La respuesta de la Iglesia al ateísmo en Cristo: «El misterio del hombre no se aclara de verdad, sino en el misterio del Verbo encarnado» (n.º 21-22).

El Capítulo II se dedica a la comunidad humana y las múltiples relaciones que buscan promover la comunión (n.º 23). El concilio recuerda algunos aspectos:

  • Dios ha deseado que todos formemos una gran familia (n.º 24).
  • La conexión entre la persona y la sociedad (n.º 25).
  • La promoción del bien común en la sociedad actual, incluyendo derechos básicos de todos (n.º 26).
  • El respeto hacia todo ser humano, incluso los enemigos (n.º 27-28).
  • La justicia social e igualdad en dignidad (n.º 29).
  • Rechazo de la ética individualista, promoviendo una educación inspirada en el Verbo encarnado (n.º 30-32).

El Capítulo III, sobre la actividad humana en el mundo, reflexiona sobre su sentido y valor (n.º 33). Esta actividad es querida por Dios y permite al hombre colaborar en la obra de la creación, servir a los demás y contribuir a la historia (n.º 34). Se alerta sobre el peligro de una excesiva autonomía de lo temporal sin Dios (n.º 36) y de una actividad guiada por intereses personales (n.º 37). Concluye con una visión pascual y escatológica (n.º 38-39).

El Capítulo IV, titulado Función de la Iglesia en el mundo actual, aborda la relación entre el mundo y la Iglesia, destacando su presencia como fermento en la sociedad. La Iglesia avanza con la humanidad, recibiendo y contribuyendo a la sociedad humana. Su misión es reflejar la llegada del Reino para la salvación del género humano (n.º 40-41). Para ello, se dedica a obras de servicio, sin vincularse a ninguna cultura o sistema político, económico o social específico (n.º 42). No separa a sus fieles de sus deberes terrenales, promoviendo la participación activa y el testimonio de Cristo en el mundo, cada uno según su misión (n.º 43), a través del intercambio con las culturas y el enriquecimiento de lo bueno que hay en el mundo (n.º 44), sin perder de vista su función de «ser sacramento universal de salvación» (n.º 45).

La Segunda Parte, titulada Algunos problemas más urgentes, aborda varios problemas contemporáneos (n.º 46):

  • Matrimonio y familia (Cap. I): Esta institución, valorada por la Iglesia, es fundamental para el bienestar de la sociedad. Sin embargo, enfrenta desafíos como la poligamia, el divorcio y el egoísmo, además de perturbaciones económicas, sociales, psicológicas y civiles (n.º 47). El matrimonio y la familia se basan en un consentimiento personal irrevocable y un amor bendecido por Cristo, con características de ternura, fidelidad e indisolubilidad (n.º 48-49). Este amor está orientado a la procreación y educación de los hijos, aunque no exclusivamente (n.º 50-51). La familia, como base de la sociedad, debe ser defendida (n.º 52).
  • Cultura humana (Cap. II): Se reconoce la importancia de la cultura para el desarrollo pleno de la persona en sus dimensiones histórica y social, con una diversidad de estilos y valores (n.º 53). La primera sección aborda los nuevos estilos de vida y la diversidad cultural (n.º 54), el hombre como creador de cultura (n.º 55) y las tareas y desafíos culturales (n.º 56). La segunda sección establece principios para la promoción de la cultura, como la relación entre fe y cultura, la conexión entre cultura y el mensaje de Cristo, y la relación entre fe y razón (n.º 57-59). La tercera sección enfatiza la necesidad de una cultura accesible para todos, la educación integral del hombre y la armonía entre la cultura humana y la enseñanza cristiana (n.º 60-62).
  • Vida económico-social (Cap. III): Se destaca que la economía debe respetar la dignidad de la persona y servir al bien común (n.º 63). La primera sección enfatiza que el desarrollo económico debe estar al servicio del hombre (n.º 64-65), abogando por la eliminación de las desigualdades económicas (n.º 66). La segunda sección establece principios para la vida económico-social, incluyendo la primacía del trabajo (n.º 67), la participación en la empresa (n.º 68), el destino de los bienes para todos (n.º 69), y el derecho a la propiedad privada (n.º 71). Se alienta a los cristianos a participar con justicia y caridad (n.º 71).
  • Vida política (Cap. IV): Este capítulo trata sobre las transformaciones políticas contemporáneas, subrayando la importancia de proteger los derechos humanos, como la libertad de reunión y de expresión, y los derechos de las minorías (n.º 73). Se discute la legitimidad y los límites de la autoridad política, y la colaboración necesaria en la vida pública (n.º 74-75). Se enfatiza la autonomía de la Iglesia respecto al Estado, sirviendo siempre al hombre (n.º 76).
  • Solidaridad y paz (Cap. V): Bajo el título El fomento de la paz y la comunidad de los pueblos, este capítulo resalta la necesidad de la paz, que no es solo la ausencia de guerra sino obra de justicia (n.º 77-78). La primera sección aboga por evitar la guerra y la acumulación de armamentos, promoviendo la prohibición total de la guerra (n.º 79-82). La segunda sección sugiere la construcción de una comunidad internacional para resolver conflictos y fomentar la paz (n.º 83-84), especialmente en el ámbito económico (n.º 85-86). Se hace un llamado a los cristianos para promover la paz y participar en organismos internacionales (n.º 87-88).

Conclusión: Se destaca la necesidad de la Iglesia de promover el diálogo y fomentar la estima mutua, el respeto y la concordia, incluso con aquellos que no están en plena comunión.


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