YA SE FUE LA CIUDAD
Cómo marcha el reloj sin darse prisa
con tal seguridad que se come los años:
los días son pequeñas y pasajeras uvas,
los meses se destiñen descolgados del tiempo.
Se va, se va el minuto hacia atrás, disparado
por la más inmutable artillería
y de pronto nos queda sólo un año para irnos,
un mes, un día, y llega la muerte al calendario.
Nadie pudo parar el agua que huye,
no se detuvo con amor ni pensamiento,
siguió, siguió corriendo entre el sol y los seres,
y nos mató su estrofa pasajera.
Hasta que al fin caemos en el tiempo, tendidos,
y nos lleva, y ya nos fuimos, muertos,
arrastrados sin ser, hasta no ser ni sombra,
ni polvo, ni palabra, y allí se queda todo
y en la ciudad en donde no viviremos más
se quedaron vacíos los trajes y el orgullo.
- Localización del texto
Este poema pertenece al conjunto de poemas que encontramos en la obra Estravagario del escritor chileno del siglo XX, Pablo Neruda, cuya obra “es descomunal, quizá inabarcable, y ha seguido creciendo tras su muerte, con la publicación de libros olvidados”[1]. Nacido en el año 1904 en el seno de una familia pobre, se convierte en unos de los mayores escritores del siglo XX, siendo premiado con el Nobel de Literatura en 1971, dos años antes de su muerte.
De los seis ciclos en los que se divide su obra, Estravagario pertenece al quinto (ciclo otoñal), publicado en Buenos Aires en el año 1958. Esta obra se compone de un conjunto de poemas en los que el autor expone muchas emociones, pero a su vez con una gran sencillez y de forma directa, siendo capaz de hacer una mirada introvertida hacia sí mismo. El poeta “ya no posee certidumbres, carece de seguridad y no sabe a ciencia cierta ni quién es ni adónde va”[2], de ahí su empleo de la ironía en muchas ocasiones. Todo lo que había luchado como miembro del partido comunista y su compromiso político durante años, se mezcla ahora con una poesía de tono intimista, donde Pablo nos muestra sus sentimientos más profundos, como en este poema, donde habla sobre la vida y la muerte.
- Tema
El poema trata sobre el paso veloz del tiempo durante la vida del ser humano y la llegada inminente de la muerte que nada ni nadie puede evitar, y que provoca la desaparición del hombre. El poema “encierra una desesperación profunda, un dramatismo visible también en la concepción de la muerte como golpe inesperado dominado por el azar”[3].
Muchos de los temas que ha cultivado la literatura durante siglos se encuentran de nuevo, de una forma diferente, expuestos en este poema.
El tempus fugit lo encontramos en la primera estrofa. Primeramente nos topamos con un reloj que es se define como “artilugio devorador del tiempo, o sea de la vida del hombre”[4]. El escritor siente la angustia vital ante la vida que corre sin parar y que ni él mismo puede controlar. La muerte es otro de los temas más utilizados en la literatura, al que recurre el autor en este poema. La muerte es el final de la vida que pasa y que lleva al hombre a perder la identidad y su ser.
- Estructura: externa e interna
El poema se divide en cuatro estrofas, todas con cuatro versos, excepto la última que cuenta con seis versos. Utiliza de forma desordenada versos endecasílabos, tridecasílabos y alejandrinos, e incluso algún otro.
Aunque no existe ningún tipo de rima concreta, el autor utiliza en algunos finales sonidos parecidos que podrían entenderse como rima. Pongo por ejemplo los versos pares de la primera estrofa, donde las palabras años y tiempo riman en asonante, donde la primera vocal tónica de cada palabra es abierta, y la última la o. Lo mismo ocurre entre el primer y cuarto verso de la segunda estrofa, donde las palabras disparado y calendario riman en asonante, así como en otras partes del poema. A pesar de esto, el autor empleará tanto diferentes medidas como versos sin rima, imperando sobre todo el juego realizado con diferentes recursos.
En cuanto a la estructura interna, las dos primeras estrofas se dedican al tiempo, que transcurre rápido y sin darnos cuenta. En la tercera estrofa encontramos la imposibilidad del ser humano para controlar el tiempo, y la necesidad del tiempo de seguir siempre hacia delante. Acaba el poema con la certeza de la llegada de la muerte y el olvido del ser.
- Estilo literario
Tras haber desglosado los diversos temas, resulta interesante, antes de fijarnos en los recursos literarios que utiliza Neruda en este poema, hacer un repaso del vocabulario empleado. Entre los vocablos asociados al tiempo encontramos: reloj, prisa, años, días, meses, minuto, inmutable, pronto, calendario, tiempo…
Entre los recursos estilísticos empleados encontramos la aliteración empleada por el autor con la fricativa sibilante alveolar /s/ es bastante significativa, ya que se repite en casi todos los versos del poema y que proporciona ritmo al poema. Aparecen también otras repeticiones como la bilabial sorda /p/ en el verso tercero (“pequeñas y pasajeras”) o la dental sonora /d/ en el cuarto verso (“destiñen descolgados del”). Con esta figura el autor le da belleza y musicalidad a los versos. El polisíndeton es usado en algunos versos como el catorce le da intensidad al poema: “y nos lleva, y ya nos fuimos”. De nuevo en la última estrofa la conjunción ni aparece para intensificar la desaparición del ser con el tiempo: “ni sombra/ ni polvo, ni palabra”. Este uso proporciona a los versos mayor fuerza expresiva, reforzando la expresividad de lo que se quiere decir.
Aparece una comparación o símil en el tercer verso: “los días son pequeñas y pasajeras uvas”, con el que compara el pasar de los días, con la descomposición de rápida de las uvas. En la tercera estrofa se utiliza la imagen del agua que corre con el paso del tiempo. El autor emplea varias figuras de repetición entre ellas la reduplicación en el quinto verso (se va, se va), en el verso once (siguió, siguió) que aminora la velocidad de los versos. También emplean el paralelismo en los versos tercero y cuarto con varias particularidades: ambos versos comienzan por el determinante artículo los, un sustantivo temporal en plural (días/meses) seguido de un vocablo que comienzan con s (son/se) y por último una palabra que contiene la ñ (pequeñas/destiñen).
El polisíndeton empleado en el último párrafo es especial y repite la conjunción ni, acentuando la lentitud del párrafo e intensificando el dramatismo del final del poema. El escritor utiliza una especie de hipálage en el verso cuarto, proporcionándole a los meses una característica que no le corresponde, como si se trataran de sábanas colgadas que se destiñen, pero en este caso es el tiempo el que hace que el paso de los meses haga que la vida tenga cada vez menos color y se viva con mayor apatía. La enumeración se usa en el tercer párrafo. Va desde la unidad más amplia de tiempo, el año, luego los meses en los que se divide la unidad anterior, y por último los días, unidad aún más pequeña en la que se dividen los meses. Se utiliza el calendario, con las unidades de tiempo que posee y se le adjudica una personificación al calendario, con la llegada de la muerte.
De esta forma la personificación es una de las figuras más empleadas. El autor crea muchas imágenes nuevas a partir de la dotación a seres inanimados de actitudes que no pueden ejercer en la realidad. En la primera estrofa utiliza la imagen de un reloj que se come los días como si se tratasen de uvas, caracterizado por una actitud de seguridad. Otra de las imágenes empleados es en el segundo párrafo, donde el disparo realizado al minuto es la premisa para acabar con el breve tiempo de la vida. El último párrafo utiliza verbos de movimientos, uno detrás de otro en la secuencia del verso. Primero “caemos”, luego “tendidos” y terminamos “arrastrados”, generando la desaparición del ser que fuimos. También encontramos aquí la repetición de “se queda” y “se quedaron”, mismo verbo conjugado en singular y en plural.
- Valoración personal
Pablo Neruda es capaz de aunar la tradición temática con la novedad del verso y una gran abundancia de figuras retóricas. Desde las Coplas a la muerte de su padre de Manrique, la poesía, como género capaz de expresar los sentimientos más profundos de los poetas, han expresado la preocupación por el paso de la vida y la llegada inminente de la muerte. De esta misma manera el autor emplea la imagen tradicional del agua, e innova con el empleo de nuevas técnicas.
[1] Oviedo, 2001, p. 348.
[2] Lorente, 2017, 5.3.3.
[3] Bellini, p.1.
[4] Bellini, p. 1.