Nos encontramos ante el denominado autorretrato de sir Endymion Porter y Van Dyck, obra de este segundo, realizada en la corte inglesa entre los años 1632 y 1637. Este importante retrato oval de estilo flamenco, que se encuentra en el Museo del Prado (Madrid), es una de las obras más significativas de la Edad Moderna. Representa la conjunción perfecta entre el reconocimiento de las Bellas Artes y del estatus social de la nobleza. El cuadro aparece, por tanto, en una época donde la acción de los artistas para defender la naturaleza noble de su actividad está en auge. Así, en este cuadro vemos cómo la figura de Van Dyck viene realzada por ocupar una posición de igualdad con el noble sir Endymion Porter.

Una gran parte de retratos de Van Dyck tienen un esquema parecido: en un primer plano encontramos la figura sobre un fondo. Aparecen también diversos tipos de telas de gran calidad.

Sin embargo, encontramos algunas diferencias entre ambos personajes. El señor noble, Porter, aparece retratado en posición frontal, a su vez vestido con un atuendo gris de la época, que refleja su posición como noble. Pintado más al centro del cuadro, el señor refleja su estatus con una posición erguida que muestra su altivez y porte galán, y pone la mirada al espectador, imponiéndose ante él.

A su derecha encontramos la ventana abierta a un hermoso paisaje que resalta su figura.

EL segundo plano del cuadro lo ocupa el pintor, que aparece más a la derecha del mismo, y que parece que vuelve su mirada hacia detrás, con el cuerpo mirando a su señor. Aparece vestido de negro, al contrario que el señor, y con cortinas negras detrás, con la única finalidad de seguir ensalzando la figura del noble.

Además, el pintor aparece levemente más bajo que sir Endymion por la misma causa, la distinción del propio estado social de cada uno.

A pesar de esta distinción, no debemos olvidar que en esta época se quiere ir dando reflejo de la íntima relación existente entre el pintor y su señor, al ejemplo de Carlos V con Tiziano, y de Alejandro Magno con Apeles. Como curiosidad, encontramos que este es el único cuadro don Van Dyck aparece retratado con un personaje de la nobleza. Esto demuestra la estrecha amistad entre ambos.

Es posible que este retrato en el que, como hemos dicho, se ensalza la vinculación existente entre el aristócrata inglés y el pintor flamenco, se hiciese como forma de agradecimiento debido a que Porter apoyó al pintor en Londres, de forma que pudo llegar incluso a ser pintor de la corte de Carlos I.

Esto se refleja en la posición de las manos izquierdas de ambos encima de la roca que los une. Una roca que simboliza la fuerte y estrecha amistad entre ambos personajes. Expresa la cercanía entre la nobleza y los pintores. Podemos decir que este retrato representa el lugar hasta el que pudo avanzar el pintor gracias al patronazgo, que sorprendentemente es casi igual para los dos.

En resumen, podemos decir que el cuadro expresa dos ideas fundamentales de la Edad Moderna. En primer lugar, el pintor busca la consideración social de su gremio, al pintarse a sí mismo a una altura parecida a la de su señor. Así ennoblece el arte proporcionando al artista un estatus igualitario al estatus nobiliario.

En segundo lugar, el retratado adquiere prestigio, ya que en la época se ensalzaba el arte como marca de nobleza.

No debemos olvidar el contexto en el que se crea la obra. En la Europa del S XVII, muchos fueron los nobles que se interesaron en encargar y adquirir obras de grandes artistas. Con ello querían competir por el liderazgo, llegando incluso a competir con monarcas y familias papales, y reuniendo más de 1500 pinturas. Entre sus muchas actividades la nobleza trataba de emparentarse con grandes artistas, humanistas y pintores. Era una sociedad en la que cada vez más se valoraba el arte y que pensaba adquirir poder a medida que sus colecciones eran mayores.

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