Se paralizaba el comercio, se cerraban las tiendas, se escapaban muchísimos rápidamente de los pueblos infectados. Más aún: en algunos lugares, en cuanto uno era atacado, los vecinos, y hasta los mismos parientes, se amedrentaban de tal modo que dejaban al enfermo sin la menor ayuda ni asistencia, y era preciso que un alma caritativa y valiente se prestase a atenderlo, cosa que no siempre resultaba fácil encontrar.
LEMOYNE, J.B. Traducción de Basilio Bustillo. (1982) Memorias biográficas de Don Juan Bosco. Madrid: CCS: 68.
No he recogido estas palabras de una enciclopedia del futuro, ni tampoco de un artículo de prensa de hace varios meses, sino que son la descripción de un momento histórico parecido al que vivimos actualmente y que vivió don Bosco desde el verano de 1854: la conocida epidemia del Cólera.
Desde el momento en que se decretaron las normas en la ciudad de Turín, don Bosco, dicen sus memorias biográficas, “empleó todas las precauciones posibles, aconsejadas por la prudencia y la ciencia, para no tentar al Señor. Hizo limpiar bien los locales, preparó otras habitaciones para disminuir el número de camas en los dormitorios, y mejoró la comida, lo cual le ocasionó notables gastos”.
Esta demostración de humanidad y responsabilidad del Santo, que no escatimó en gastos para la salud de sus muchachos, se une a tres actitudes que muestran su profunda espiritualidad: una gran confianza en Dios, una vida fundamentada en la esperanza y una actitud convertida en un movimiento de caridad hacia los más necesitados.
Estas tres actitudes no son otras que las tradicionales virtudes teologales, fe, esperanza y caridad, actualizadas en aquella situación concreta de la epidemia del cólera y que nos pueden ayudar hoy en cierta manera a vivir desde una vida cristiana más coherente la situación de pandemia actual.
Me serviré dos imágenes: los símbolos que representan las virtudes teologales en el escudo de la Congregación Salesiana, y la imagen del candil del evangelio de Marcos.
- La fe, representada por una estrella, nos muestra la convicción de don Bosco de caminar con los pies en la tierra pero teniendo la mirada y el corazón en el cielo. Es símbolo de la actitud de un creyente, que a pesar de las dificultades es capaz de confiar en que Dios tiene siempre la última palabra. La fe es el aceite de esa lámpara del evangelio sin el cual no podrá iluminar ni a sí misma ni a los demás. Por eso don Bosco previendo la posible llegada del cólera a Turín se siente tranquilo, porque confía en Dios. “Ante todo -diría don Bosco- vivir en gracia de Dios; llevar al cuello una medalla de la Santísima Virgen, que yo bendeciré y regalaré a cada uno; rezar cada día un padrenuestro, avemaría y gloria”. ¿La visión cientificista actual de la realidad, nos habrá quitado nuestra capacidad como creyentes de confiar en Dios?
- La esperanza, representada por un ancla, es la mecha que se empapa del aceite y que permite que se convierta en luz. Esta pequeña cuerda, que se va quemando y que tiene que ser renovada para tener siempre luz, es el proceso personal que cada uno de nosotros debe de hacer para no quedar paralizados ante una situación como la que estamos viviendo. Don Bosco no se desanima, su actitud interior es la del que espera que la situación mejore. Por eso, propone a sus muchachos del oratorio una serie de remedios para librarlos del cólera. Dice don Bosco: “Son casi los mismos que prescritos por los médicos: Sobriedad, templanza, tranquilidad de espíritu y entereza”. ¿Esta pandemia nos ha paralizado y quitado la esperanza, o por el contrario, nos ha removido por dentro para cambiar nuestra antigua forma de vivir?
- Por último, la caridad, representada en el corazón, es la luz que desprende el candil y que no puede ser escondida debajo del celemín ni de la cama, porque su misión es iluminar. Esa luz es símbolo de la solidaridad que nace de un corazón lleno de amor de Dios. Así estaba el corazón de don Bosco. Por eso “en cuanto don Bosco se enteró de que la epidemia empezó a rondar por los alrededores del Oratorio, se aprestó a asistir a las víctimas”. Esa actitud iluminó también a todos sus muchachos, a los que invitó a ayudarlo, cada uno según sus capacidades y deseos, mientras unos iban al encuentro de los enfermos, otros quedaban en el oratorio en oración. Todos ellos alentados por las palabras del evangelio: “La medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene”. ¿Hemos sido capaces de buscar nuevas formas de iluminar aquellas necesidades surgidas por la pandemia: hambre, pobreza, necesidades espirituales…?
Con estas palabras no quisiera alentar a tener actitudes de irresponsabilidad, sino a buscar nuevas formas de iluminar nuestra fe y ayudar a los demás en esta difícil situación de pandemia y durante el futuro próximo.
Tras esta breve reflexión, concluyo haciendo alusión a María. Don Bosco no dudó en ningún momento en confiarse a ella, incluso ofreciéndose a sí mismo con las siguientes palabras: “Oh Maria, Vos sois madre potente y amorosa, héme aquí dispuesto a morir cuando y como a Él le plazca”. Son palabras de un padre amoroso y buen pastor que como nos invitaba la primera lectura tiene el corazón purificado, está firme en la esperanza y está estimulado por la caridad y las buenas obras. Que María nos ayude a afrontar con una vida cristiana coherente esta nueva situación que estamos viviendo.