La introducción establece la paz en la tierra como profunda aspiración del hombre que es establecida por Dios. Destaca el progreso científico que capacita para adueñarse de las fuerzas de la naturaleza y los seres vivos, y nos muestra la grandeza de Dios que es creador [1-3]. Sin embargo, se observa un contraste entre el orden divino y el desorden entre los individuos y naciones, cuyas relaciones a menudo se rigen por la fuerza [4].   

A pesar de ello, en el ser humano el Creador ha impreso el orden en la conciencia para discernir. Las leyes que rigen las relaciones humanas deben ser las leyes naturales no las propias de las fuerzas y seres irracionales del universo [5-7].

El Primer Capítulo trata sobre cómo se ordenan las relaciones civiles, destacando cuáles son los derechos y deberes fundamentales de la persona humana a la que se les debe reconocer porque todo ser humano es persona [9] y tiene dignidad por el hecho de serlo. 

Entre los diversos derechos humanos se destacan:

Derecho
11A la existencia
12Nivel de vida digno: respeto, buena reputación, libertad para buscar la verdad.
13Participar en los bienes de la cultura e instrucción fundamental y formación técnico-profesional
14Dar culto a Dios y profesar la religión. 
15Libertad para elegir el propio estado
16Formar una familia
17Mantener y educar a los hijos de los padres
18Trabajo 
19Condiciones laborales donde no sufran daños y la mujer pueda conciliar
20Desarrollar actividades económicas y retribución del trabajo
21Propiedad Privada
23Reunión y asociación
25Libertad de movimiento y de residencia
26Tomar parte activa en la vida pública y contribuir al bien común
27Defensa jurídica de sus propios derechos

Entre los diversos deberes humanos se destacan:

Derecho
29Conservar la vida, vivir decorosamente e investigar la verdad siempre más amplia y profundamente.
30Reconocer a los demás
31Procurar el bien de todos
33Actuación consciente y libremente
35Convivencia ordenada en el amor, la verdad, la justicia y la libertad

El texto añade tres notas características de la época:

  1. Las clases trabajadoras han avanzado en el campo económico y social. 
  2. El ingreso de la mujer en la vida pública. 
  3. La familia humana presenta una configuración transformada:
    1. Los pueblos han conseguido la libertad.
    2. Los hombres de todos los países son ciudadanos o están para serlo. 
    3. Todos los hombres son iguales entre sí con derechos y obligaciones. 

El segundo capítulo ordena las relaciones políticas entre los poderes públicos y el ciudadano. Señala la necesidad de la autoridad para salvaguardar la ley y el bien común [46]. Esta autoridad proviene de Dios y está subordinada al orden moral, no es libre, sino que debe respetar el ordenamiento divino [47]. Por ello, no debe fundarse en la amenaza o el temor, sino en la fuerza moral que apela a la conciencia [48]. En este sentido, obedecer a los poderes públicos no es sumisión, sino acto de homenaje a Dios [50]. Aunque la autoridad proviene de Dios, los hombres tienen derecho a elegir a los gobernantes, conciliándose así la doctrina con cualquier clase de régimen democrático [52].

El texto aborda el tema del bien común con el cual todos los hombres y entidades deben colaborar y acomodar sus intereses [53] y es la razón de ser de los poderes públicos [54]. Entre los elementos del bien común encontramos [55-59]: 

  • Características étnicas de los grupos humanos. 
  • En él deben participar todos los miembros de una comunidad política, en grados. 
  • Se refiere a todo hombre, compuesto de alma y cuerpo. 

Entre los deberes de los gobernantes en orden al bien común encontramos:

  • la defensa de los derechos y deberes de la persona [60-61], que sean reconocidos y respetados. 
  • Regular las relaciones jurídicas de los ciudadanos entre sí y proceder inmediatamente a la reparación cuando no se mantienen los derechos [62]
  • Creación de un estado que facilite a cada uno esa defensa de derechos y cumplimiento de deberes [63]
  • Favorecer el progreso social a la par del económico, cuidando de auxiliar a los ciudadanos con seguros sociales y que no falte trabajo a los obreros [64]  
  • Cuidar la promoción de los derechos personales [65]

El documento no determina la forma de gobierno, cuya estructura considera imposible de definir sin tener en cuenta la situación particular de cada pueblo [67-68], aunque si estima conveniente la división de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) [69] y la necesidad de una ordenación jurídica en armonía con el orden moral [70]

En las cualidades morales del gobernante encontramos el contacto y coloquios con los ciudadanos para comprender mejor la exigencia del bien común, y su periódica renovación [73-74]. Destaca el papel de la Carta de los derechos fundamentales y la Constitución [75-76]. 

En la tercera parte se desarrollan las relaciones internacionales y las relaciones que deben regir. Reconoce que las naciones son sujetos de derechos y deberes mutuos y que sus gobernantes no pueden prescindir de la ley moral que regula las relaciones entre los hombres [80-84]. 

Estas relaciones deben basarse en:

  • La verdad: evitando la discriminación racial y reconociendo la dignidad de todos [85-90]
  • La justicia: reconociendo los mutuos derechos y deberes, donde hay que tratar con justicia a las minorías [91-97].
  • La solidaridad activa: asociaciones y colaboraciones internacionales en diversos aspectos como la economía, la cultura y la salud [98-100]. El documento denuncia la desproporción entre las tierras extensas y la escasez de habitantes, y otros asuntos parecidos [102-105]. Afirma el derecho a emigrar y el deber de admitir a los extranjeros que vengan [106-108]. Además, hace un llamamiento al desarme general y señala los peligros de las armas y el beneficio de la confianza [109-116]
  • La libertad: ninguna nación tiene derecho para oprimir injustamente a otras, sino que deben ayudar a las demás [120-125].   

En la cuarta parte se propone un establecimiento de una comunidad mundial que necesita de una autoridad mundial debido a las relaciones que se dan entre las diversas naciones por los progresos que se han dado, reconociendo que ningún país prospera de manera aislada [130-132].

Considera insuficiente la autoridad política para abordar los problemas globales requiriendo una autoridad pública sobre el plano mundial [134-137]. Esta debe establecerse por acuerdo general de las naciones [138] con el fin de proteger los derechos de la persona [139]. Habla también del principio de subsidiariedad en el plano mundial, teniendo esta autoridad mundial como misión propia la de examinar y resolver los problemas relacionados con el bien común universal [140], sin limitar la acción propia de cada Estado [141]. La Iglesia, con este documento, apoya la creación de la ONU y la Declaración universal de los derechos del hombre, aunque tenga algunas objeciones [142-145], como un primer paso.

Finaliza la encíclica con un compendio sobre las normas para la acción temporal del cristiano que tiene el deber de presencia activa en todos los campos y en la vida pública para el progreso común de todo el género humano [146-150], evitando la incoherencia entre la fe y la conducta que demasiadas veces ofrecen los cristianos [151-153]. 

El texto expone una serie de criterios para la acción social de los católicos en esta época de agitación acelerada que tienen alejarse de creer que pueden ya descansar satisfechos, sino pensar en que no basta [154-156]. Se deben relacionar con los no-católicos deben valorar las opiniones ajenas y colaborar, distinguiendo siempre entre el error y el hombre que lo profesa, que siempre tiene dignidad, y buscar estímulos que les ayuden a alcanzar la verdad [157-158]. Hay que distinguir entre teorías filosóficas falsas y las iniciativas de orden económico, social, cultural o político, y reconocer la utilidad del contacto con estas [159-160].
En la conclusión el papa hace un llamamiento a participar de esta tarea de restablecer las relaciones de convivencia [163-165] y a orar por la paz [166-172]. 

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