La encíclica “Deus Caritas Est” del papa Benedicto XVI fue su primera encíclica, escrita meses más tarde de su elección en 2005. Es breve, como indica en su prólogo a los lectores quiere responder a dos preguntas concretas en su primera parte:
- ¿Se puede amar de verdad a Dios? Sí, podemos amar a Dios, puesto que Él no se ha quedado a una distancia inalcanzable.
- ¿Podemos amar de verdad al “prójimo”? Sí, lo podemos, si somos amigos de Dios (Cristo).
La segunda parte la dedia a hablar de la caridad y el servicio. Para él, la Iglesia no puede dejar el servicio a los que sufren a organizaciones filantrópicas puesto que ella debe practicar el amor al prójimo.
Ofrezco a continuación un breve resumen de cada una de estas dos partes de la encíclica que comienza en su introducción recondándonos que Dios es amor. El párrafo segundo de la encíclica se ha viralizado de tal forma que al hablar de la experiencia cristiana es imposible aludir a él:
Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva.
En un mundo donde a menudo se asocia el nombre de Dios con la venganza o la obligación al odio y la violencia, el mensaje de amor cristiano es especialmente relevante.
Primera parte: La unidad del amor en la creación y en la historia de la salvación.
El amor de Dios plantea preguntas cruciales sobre quién es Dios y quiénes somos. Pero nos encontramos con un problema de lenguaje (nº 2), ya que hemos convertido el término «amor» en una palabra muy usada con diversos significados:
- Vasto campo semántico: amor a la patria, amor por la profesión, amor entre amigos…
- El arquetipo por excelencia es el amor entre hombre y mujer.
A continuación plante la diferencia y la unidad entre los términos “eros” y “ágape” (nº 3)
Griegos | Antiguo Testamento | Nuevo Testamento | |
Eros | Amor entre hombre y mujer | Solo dos veces lo usa | Nunca lo emplea |
Philia | Amor de amistad | En Jn expresa la relación de Jesús y sus discípulos. | |
Ágape | Poco usado | Preferido |
Se da una novedad en el cristianismo en su modo de entender el amor como ágape, dando de beber al eros un veneno (Nietzsche). Ratzinger se pregunta si realmente el eros ha quedado destruido y profundiza la cuestión en torno al eros:
Griegos | Antiguo Testamento | |
Eros | Arrebato o locura divina que prevalece a la razón. El eros se celebraba como fuerza divina. | Combate esa forma de perversión de la religiosidad. No rechaza el eros, pero sí esa falsa divinización del eros. |
Sobresalen dos aspectos (nº 5):
- Entre el amor y lo divino existe una cierta relación
- El camino para lograr esta meta no consiste simplemente en dejarse dominar por el instinto, sino que se necesita renuncia y purificación.
El ser humano es una unidad de cuerpo y alma. El equilibrio entre ambos permite al amor-eros alcanzar su plenitud. El cristianismo aborda la corporeidad sin degradarla, rechazando la mercantilización del eros y promoviendo su purificación hacia lo divino.
En el cantar de los cantares se usan dos términos para “amor” (nº 6):
- dodim: plural que expresa el amor inseguro.
- ahabá (con fonética similar a agapé): en oposición al amor indeterminado y en búsqueda, expresa la experiencia del amor que ahora ha llegado a ser verdaderamente descubrimiento del otro, superando el carácter egoísta. El amor es ocuparse del otro y preocuparse por el otro. Ya no se busca a sí mismo.
Implica exclusividad y para siempre.
En el debate filosófico y teológico se han contrapuesto eros y ágape (nº 7):
- Cristianismo (ágape): amor descendente y oblativo.
- Griegos (eros): amor ascendente y posesivo.
Sin embargo, para el papa eros y ágape (amor ascendente y descendente) nunca llegan a separarse completamente, sino que cuanto más se encuentran mejor se realiza la esencia del amor que se ve en la narración de la escalera de Jacob (eros que busca a Dios y ágape como don recibido):
- El eros al aproximarse la persona al otro se planteará cada vez menos cuestiones sobre sí misma y deseará ser para el otro, insertando el ágape.
- El hombre no puede vivir exclusivamente del amor oblativo y dar siempre, también debe recibir.
De ahí que el amor sea una única realidad, si bien con diversas dimensiones (nº 8).
La fe bíblica redefine la imagen de Dios como único y amoroso de todos los hombres, revelando una pasión divina que perdona y elige a Israel, incluso profetas como Oseas y Ezequiel usan imágenes eróticas para hablar de la relación de Dios y su pueblo (nº 9). “El eros de Dios para con el hombre, como hemos dicho, es a la vez agapé” (nº 10). Además, humaniza el eros, vinculándolo al matrimonio monógamo como reflejo de la relación entre Dios y la humanidad (nº 11).
El Nuevo Testamento revela la encarnación de Cristo como verdadera originalidad donde el actuar de Dios se hace real. En la cruz, Dios se entrega por la humanidad, se encuentra la máxima expresión del amor (nº 12), que se perpetúa en la Eucaristía (nº 13) a la que quedo unido mediante la comunión sacramental (nº 14): “No puedo tener a Cristo solo para mí”. De ahí que el ágape se haya convertido en un nombre de la Eucaristía, que si no comporta un ejercicio práctico de amor es fragmentaria.
El amor al prójimo tiene como ejemplo paradigmático la parábola del buen samaritano (Lc 10, 25-37) donde el prójimo puede ser cualquiera (nº 15). El amor al prójimo es un camino para encontrar a Dios, y cerrarse al prójimo nos impide ver a Dios (nº 16). Dios no ha amado primero y sale a nuestro encuentro. El amor no es un mero sentimiento, sino que implica voluntad y entendimiento. Por eso nunca se da por concluido sino que se transforma (nº 17).
El amor al projimo consiste en que “en Dios y con Dios, amo también a la persona que no me agrada o ni siquiera conozco” porque lo veo con los ojos de Cristo (nº 18).
Segunda parte: Caritas, el ejercicio del amor por parte de la Iglesia como “comunidad de amor”.
Partiendo de la frase agustiniana “Ves la Trinidad si ves al amor”, el texto trata de mostrar cómo la Iglesia manifiesta el amor trinitario a través de la caridad (nº 19). De esta raíz parte el amor al prójimo que es tarea de cada fiel y de toda la comunidad eclesial (“El amor necesita también una organización”) en la que no de haber formas de pobreza (nº 20). Así lo vemos en los orígenes con la elección de los siete varones diáconos, en los textos de Justino, Tertuliano, Ignacio de Antioquía (nº 21) y en otros autores posteriores como Gregorio Magno, San Ambrosio e incluso en el emperador Juliano el Apóstata a quien solo impresionaba la actividad caritativa de la Iglesia (nº 23-24).
Resalta dos datos (nº 25):
- La naturaleza de la Iglesia se expresa en una triple tarea:
- Anuncio de la palabra (kerygma-martyria)
- Celebración de los sacramentos (leiturgia)
- Servicio de la caridad (diakonia): “Para la Iglesia la caridad no es una especie de actividad de asistencia social […] sino que pertenece a su naturaleza”.
- “La Iglesia es la familia de Dios en el mundo” que no debe dejar que nadie sufra por falta de lo necesario. Pero el agapé supera sus confines y la parábola del Samaritano es para todos.
Frente al pensamiento marxista, que propone la necesidad de las obras de justicia y no de caridad (limosna) que quieren acallar conciencias (nº 26). Aunque los representantes de la Iglesia tardaron en darse cuenta del problema, hubo obispos pioneros (Ketteler de Maguncia), asociaciones y Congregaciones que se dedicaron a combatir la pobreza, sobre todo en el s.XIX con el cambio radical que supuso la industria, hasta el interés magisterial que ha dado lugar a la Doctrina Social de la Iglesia “que propone orientaciones válidas mucho más allá de sus confines” (nº 27).
El papa define la relación justicia y caridad mediante dos situaciones (nº 28):
- La política (el Estado) debe buscar el orden justo de la sociedad, sin imposición de la religión y garantizando la libertad y la paz. La Iglesia, por su parte, ofrece su contribución formando conciencias en la política que sean justas, pero no sustituye al Estado, aunque sin quedarse al margen en la lucha por la justicia.
- “El amor siempre será necesario, incluso en la sociedad más justa”. El Estado no reemplaza la atención personal y la caridad. La Iglesia, con el principio de subsidiaridad, ofrece amor concreto y atención espiritual. La idea de que las estructuras justas pueden suplantar la caridad es materialista y deshumaniza al hombre.
Estado e Iglesia se relacionan, donde el primero establece estructuras justas y la segunda contribuye a purificar la razón moral sin la que no se instauran estructuras justas (nº 29).
El compromiso por la justicia y amor en el mundo actual tiene la siguiente situación (nº 30):
- Conocer de manera inmediata las necesidades de los hombres por los medios de comunicación nos llama a compartir dificultades. La solidaridad se expande, impulsando la ayuda humanitaria.
- Las numerosas formas de colaboración entre Iglesia y Estado han dado fruto y siguen surgiendo nuevas formas de caridad (voluntariado).
La Iglesia tiene un perfil específico en su actividad caritativa (nº 31):
- Es respuesta a necesidades inmediatas en una determinada situación con organizaciones como Cáritas.
- Es independiente a partidos e ideologías, no es instrumento político, sino que va donde ve que es necesario el amor.
- No es un medio para el proselitismo, sino que es gratuito: “El cristiano sabe cuando es tiempo de hablar de Dios y cuando es oportuno callar sobre Él”.
Finalmente habla sobre los responsables de la acción caritativa (nº 32-39):
- Parroquias, Iglesia particular (responsabilidad episcopal) a la Universal (Consejo Pontificio Cor Unum)
- Colaboradores: personas movidas por el amor de Cristo, que sintonizan con otras organizaciones.
- No adoptan posición de superioridad, sino humilde.
- La oración es fundamental en el servicio caritativo: “ Si lo comprendes, entonces no es Dios” (S. Agustín).
- La fe, la esperanza y la caridad están interconectadas.
Conclusión
Propone la contemplación de la vida de los Santos que han ejercido de modo ejemplar la caridad: Martín de Tours, Antonio Abad, Francisco de Asís, Ignacio de Loyola, Juan de Dios, Camilo de Lelis, Vicente de Paúl, Luisa de Marillac, José B. Cottolengo, Juan Bosco, Luis Orione, Teresa de Calcuta.
Termina proponiendo a María como modelo que sobresale.