En la introducción el texto va a resaltar, con ocasión del centenario de la Rerum Novarum de León XIII su importancia dentro de la historia eclesial y en el desarrollo de la Doctrina Social de la Iglesia (nº 1), recalcando su actualidad y validez (nº 2) así como la voluntad de hacer una relectura a través de acontecimientos recientes y descubrir los principios fundamentales (nº 3). 

El capítulo primero va a estar dedicado a la exposición de las características de la Rerum Novarum tratado de hacer una relectura que ya preveía:

  • Es una respuesta a los cambios políticos y económicos de finales del XIX (de la sociedad tradicional a la nueva forma de propiedad: el capital) prestando atención a la cuestión obrera (nº 4).
  • Mediante la doctrina social de la Iglesia se quiere promover la paz y la justicia en medio de conflictos entre el capital y el trabajo, enfocando la cuestión social desde el evangelio con una “nueva evangelización” (nº 5).
  • Promoción de los derechos fundamentales de los trabajadores: la dignidad del trabajo, propiedad privada (nº 6), formar asociaciones, limitar las horas de trabajo, legítimo descanso, trato diverso de mujeres y niños (nº 7), el salario justo (suficiente para el sustento), (nº 8) derecho a cumplir libremente los propios derechos de los obreros (nº 9). 
  • Crítica del socialismo y el liberalismo; relación Iglesia-Estado (nº 10).
  • Opción preferencial por los pobres e intervención del Estado en favor de ellos (nº 11).

El capítulo II va a ser una demostración del acierto que tuvo León XIII en su escrito, sobre todo tras la caída del socialismo con los eventos de 1989-90, poniendo en evidencia el impacto negativo del socialismo en la propiedad privada y la justicia social (nº 12). Comienza por su error de carácter antropológico, ya que considera al individuo como parte de un sistema en el que es subordinado a la economía, negando su propia autonomía, donde el ateísmo se revela como su error fundamental, por negar la trascendencia (nº 13). 

Se equipara esta condena a la que hace también sobre la lucha de clases (nº 14) que desprecia la dignidad humana. Su oposición a la estatalización de los medios de producción es clara, en defensa de la autonomía de la economía. Aboga por el papel esencial de los sindicados y la participación indirecta del Estado con políticas económicas o directas mediante la solidaridad estableciendo el mínimo vital para desempleados (nº 15). 

Destaca el papel del Movimiento obrero como reacción (nº 16) y el error de una concepción de la libertad humana que la aparta de la obediencia a la verdad y que ha llevado a los totalitarismos (nº 17), que más allá de haber cesado las armas en 1945, necesita reconciliarse mediante la paz auténtica (nº 18). Alerta sobre el totalitarismo comunista aun existente, así como los peligros de otras respuestas de otros países que recurrieron a la democracia, sistemas de seguridad nacional o la sociedad del bienestar (nº 19), así como del proceso de descolonización que se estaba dando donde aparecen desafíos nuevos (nº 20). Tras la Segunda Guerra Mundial surgen también los derechos humanos y la ONU con desafíos y limitaciones, que no ha logrado aún poner en pie con instrumentos eficaces (nº 21). 

El tercer capítulo trata sobre el año 1989, partiendo de la caída de los regímenes dictatoriales y el comienzo de una transición de todo el mundo hacia nuevas formas de democracias, apoyadas por la Iglesia, que han ayudado a superar los complejos problemas mediante el diálogo y la solidaridad (nº 22). Entre los numerosos factores que han propiciado la caída de estos regímenes encontramos la violación de los derechos de los trabajados, la lucha por la paz, el compromiso no violento y la resistencia (nº 23), la ineficiencia del sistema económico y el vacío espiritual provocado por el ateísmo (nº 24). Se pone como ejemplo los acontecimientos de 1989 que han dado lugar al cambio gracias a la negociación y el compromiso evangélico (nº 25). De estos acontecimientos se desprenden consecuencias para todos:

  • el encuentro Iglesia-Movimiento obrero (nº 26)
  • caída del marxismo y repartición de la tierra (nº 27)
  • comienzo de la verdadera posguerra, la ayuda de países externos y necesidad de seguir ayudando al Tercer Mundo (nº 28)

Concluye el capítulo (nº 29) abogando por el desarrollo integral humano, no solo económico, sino a través de la solidaridad. Se reafirman los derechos de la conciencia por:

  • la no superación de los antiguos totalitarismos
  • los países desarrollados se hace excesiva propaganda de los valores utilitarios
  • surgen nuevas formas de fundamentalismo religioso

El capítulo cuarto, titulado “La propiedad privada y el destino universal de los bienes”, va a recordar uno de los puntos esenciales que la Rerum Novarum afirmaba, dice “enérgicamente”. En contra del socialismo de su tiempo, el derecho a la propiedad privada es fundamental para la autonomía y el desarrollo de la persona, pero con un límite, el del bien común (nº 30). En su relectura Juan Pablo II habla del origen en Dios que ha dado el mundo al hombre para sustentarse, cooperando a dominar juntos la tierra (nº 31). Añade otra forma de propiedad, la del conocimiento, técnica y saber, y aboga por una necesidad de un trabajo común (nº 32). De la economía moderna destaca la libertad y responsabilidad individual, pero denuncia la exclusión a la que muchos quedan expuestos debido a que carecen de conocimientos básicos, sobre todo en el Tercer Mundo, pero se manifiestan en otros países donde muchos quedan desplazados (ancianos, jóvenes y personas débiles) (nº 33). 

Denuncia de nuevo la necesidad de evitar que las personas se conviertan en meros objetos intercambiables por trabajo, abogando por un salario justo, una seguridad social y unas condiciones laborales dignas (nº 34), apoyando la lucha por la justicia y la dignidad mediante sindicatos y organizaciones que les ayuden a defender los derechos y participar en la nación. La empresa no se basa solo en generar ganancias, sino que genera comunidad. El papa habla del caso de los monopolios y la deuda, y formas para solventarlo (nº 35). Esto supone un desafío que garantice no solo la producción sino también la calidad de productos y servicios, teniendo en cuenta la persona en su integridad y no solo en la satisfacción de sus necesidades. Denuncia el consumismo en sus prácticas como la drogadicción y la pornografía (nº 36). Este consumismo es vinculado con la cuestión ecológica, donde el hombre destruye a la naturaleza para su propia satisfacción, demostrando su estrechez de mira (nº 37). Por eso, es esencial cuidar la naturaleza, pero no solo proteger hábitats naturales, sino una preservación de una “ecología humana” y una “ecología social” (nº 38). Para ello hay que salvaguardar la familia que es “santuario de vida” (nº 39). El estado de proveer a la defensa y tutela de los bienes colectivos que va a limitar el mercado (nº 40). La alienación criticada por el marxismo sigue existiendo en el consumismo y en el trabajo (nº 41). Por ello, aunque reconoce el papel positivo del capitalismo por algunos aspectos, sin embargo, sin un marco ético no sirve. La Iglesia se va a oponer a situaciones donde se genera marginación y explotación a causa de la manera de pensamiento capitalista (nº 42), y aunque no se opone ni fija un modelo concreto, su Doctrina Social busca el bien común donde se destaque la esencialidad del papel del trabajador que tiene derecho a un trabajo, la legitimidad de la propiedad privada y la necesidad de un equilibrio económico justo para todas las personas, en base a su dignidad (nº 43). 

En el capítulo quinto se defiende el Estado de derecho y un equilibro entre los poderes, frente a un totalitarismo que quiere negar la verdad y los derechos humanos (nº 44), negando también a la Iglesia y buscando controlarlo todo: la nación, la sociedad, la familia, las comunidades religiosas y las mismas personas (nº 45). Sin embargo, la Iglesia si va a respaldar la democracia en tanto que protege esa verdad y la dignidad de la persona, en contra del totalitarismo y el fanatismo (nº 46). Aboga por una democracia fundamentada en los derechos humanos (derecho a la vida, familia, búsqueda de la verdad, libertad, participación, trabajo, libertad religiosa…) sin olvidar los desafíos que tiene y denunciando aquellos que no están siendo respetados como el escándalo del aborto y la prioridad del interés personal al común. A pesar de ello, la Iglesia defiende la autonomía del orden democrático (nº 47), donde el Estado es fundamental en cuanto que garantiza la seguridad de la actividad económica, protegiendo a todos de situaciones de monopolio e interviniendo de forma excepcional siempre que se atente contra lo fundamental. Ante el desafío de la burocracia y el abuso, es necesaria la cercanía y la atención, sobre todo con los más vulnerables (emigrantes, ancianos y enfermos) (nº 48). Para ello la Iglesia está presente con obras de caridad, especialmente con el voluntariado, que requiere de un compromiso que comienza en el interior de la familia (nº 49).

El papa habla de la cultura de las naciones que debe buscar la verdad, con valores renovados y cuestionados por los jóvenes que lleven a la purificación (nº 50). Es por ello necesaria una interacción entre la cultura y la actividad humana, donde la promoción de la paz, la solidaridad y la corresponsabilidad de todos sea esencial (nº 51 y 52). Es importante la definición que hace de la paz: “el otro nombre de la paz es el desarrollo” (nº 52).

El capítulo sexto, titulado “El hombre, camino de la Iglesia”, comienza haciéndose voz de la miseria del proletariado y reconociendo el comienzo de la doctrina social de la Iglesia desde este momento de la historia (nº 53). Teniendo al hombre como centro, lo mira inserto en la sociedad y sus relaciones, pone a la fe como punto de partida para la misión evangelizadora de la Iglesia (nº 54). Recoge una de las frases más bonitas del capítulo en el nº 55 de Pablo VI: “Para conocer al hombre, el hombre verdadero, el hombre integral, hay que conocer a Dios”. 

Continúa el capítulo reivindicando la importancia de estudiar y ampliar la doctrina social de la Iglesia y sea dada a conocer y aplicada en los distintos países y realidades (nº 56), no desde la teoría, sino desde la acción social, donde los pobres son puestos en el centro de nuestro compromiso de solidaridad con el mundo (nº 57). Esto se concreta en la promoción de la justicia, que tenga en cuenta la interconexión entre países y se apoye el desarrollo de los más pobres (nº 58). Una justicia que se ejercita gracias a la gracia de Dios. Además, la Doctrina Social es interdisciplinar y tiene una dimensión práctica que hay que recordar (nº 59). Es por ella que es necesaria la colaboración de todos aquellos que tienen la voluntad de resolver todos los problemas globales, especialmente las Iglesias cristianas y las otras religiones del mundo (nº 60). La defensa del hombre ha sido objeto del compromiso de la Iglesia que ha intervenido en ese periodo turbulento y sigue interviniendo (nº 61), mirando al pasado, actuando en el presente y orientándose al futuro (nº 62).

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