
- Triple finalidad del Adviento
El Adviento nos ofrece tres perspectivas complementarias que nos orientan hacia un verdadero encuentro con Jesús: recordar el pasado, vivir el presente y preparar el futuro. Cada una de estas dimensiones nos interpela en aspectos concretos de nuestra fe y nos invita a reflexionar profundamente.
Recordar el pasado: Celebrar el nacimiento de Jesús
En la primera venida, Jesús se hizo carne y habitó entre nosotros, lleno de humildad y pobreza. Su llegada no fue en medio de la opulencia, sino en la sencillez de un pesebre, recordándonos que Dios se acerca a nuestra fragilidad humana para redimirla. Al contemplar este misterio, reconocemos que nuestra fe tiene raíces en un acontecimiento real, en la historia de un Dios que se hizo cercano para amarnos.
Piensa en un momento en el que has sentido a Jesús particularmente cercano: una oración sincera, una experiencia de consolación, o incluso el testimonio de alguien que, con su vida, te dio a conocer a Cristo.
Preguntas para la reflexión personal:
- ¿Cómo he experimentado a Jesús de Nazaret en mi vida?
- ¿Qué momentos o encuentros me han ayudado a acercarme más a Dios?
Vivir el presente: Reconocer la presencia de Jesús en mi vida diaria.
El adviento no solo nos prepara para recordar el nacimiento de Jesús, sino que nos invita a reconocer que Él camina con nosotros hoy, el quiere volver a nacer en nuestra vida. En ella, entre los desafíos y las alegrías, está Jesús presente, esperando que lo descubramos. Este tiempo litúrgico es una llamada a reavivar nuestra relación personal con Él, a escucharlo en su Palabra y a buscarlo en el prójimo.
Tal vez, en medio de nuestras rutinas, olvidamos detenernos a reconocer que no estamos solos. Este Adviento es un llamado a hacer un alto y buscarlo intencionalmente en los pequeños detalles: en la sonrisa de un ser querido, en un acto de servicio o en un momento de silencio frente a su presencia en la Eucaristía.
Preguntas para la reflexión personal:
- ¿Es Jesús una presencia viva en mi día a día? ¿Le rezo? ¿Le hablo con confianza como a un amigo?
- ¿Le dejo renacer cada día en mi vida, escuchanzo su voz?
Preparar el futuro: Vivir con esperanza la segunda venida
La mirada al futuro nos recuerda que nuestra vida no es solo para este mundo, sino que estamos llamados a una plenitud eterna con Dios. Jesús volverá en gloria, y el Adviento nos invita a prepararnos para ese encuentro definitivo. Esto significa vivir con un corazón abierto y una vida centrada en Él, no en las preocupaciones pasajeras.
Preguntas para la reflexión personal:
- ¿En mis planes está Dios presente o lo dejo en un segundo lugar?
- ¿Qué prioridades me impiden vivir con el corazón orientado hacia Él?
Prepararse para la segunda venida no es vivir con miedo, sino con confianza en su amor. Es el momento de ordenar nuestras prioridades, de preguntarnos si nuestras decisiones y proyectos reflejan la esperanza que nos promete Jesús.
2. Testimonio de Juan Bautista
Meditación de la Palabra: Lc 3, 10-18.
La lectura nos ofrece una enseñanza clara y directa a través del testimonio de Juan el Bautista. La pregunta que los diferentes grupos le hacen, ¿qué debemos hacer?, nos invita a examinar nuestra propia vida y a buscar respuestas concretas que nos lleven a un cambio.
La gente le preguntaba: «Entonces, ¿qué debemos hacer?». Él contestaba: «El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo».Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: «Maestro, ¿qué debemos hacer nosotros?». Él les contestó: «No exijáis más de lo establecido». Unos soldados igualmente le preguntaban: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?». Él les contestó: «No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga».
Como el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; en su mano tiene el bieldo para aventar su parva, reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga». Con estas y otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo el Evangelio.
Juan nos recuerda que el seguimiento de Dios implica generosidad, honestidad y justicia desde nuestro lugar en la sociedad.
- «El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene.» ¿Qué talentos, bienes o tiempo tengo que podría compartir con los demás? A veces, una palabra amable, un acto de escucha o una ayuda concreta puede transformar la vida de otro.
- «No exijáis más de lo establecido.» En nuestras responsabilidades, ¿actuamos con justicia y honestidad? Es fácil caer en la tentación de buscar ventajas personales, pero el Evangelio nos invita a ser íntegros y humildes.
- «No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie.» Desde nuestra tarea diaria, ¿cómo podemos contribuir al bien común y a la dignidad de los demás?
La llegada de Jesús no solo transforma nuestro corazón, sino también nuestras acciones. Este tiempo es una invitación a preguntarnos: ¿qué puedo hacer hoy para que otros vean en mí el rostro de Cristo?
3. ¿Cómo preparo mi Adviento?
El Papa Francisco nos llama a abrir los ojos y el corazón frente a las miserias del mundo, a reconocer las heridas de quienes nos rodean y a romper las barreras de la indiferencia. En este tiempo previo a la Navidad:
- ¿Cómo podemos vivir de manera coherente con el mensaje de Jesús?
- ¿He convertido la Navidad en un periodo de consumismo y estrés, olvidando la sencillez del pesebre?
- ¿Qué acciones concretas puedo emprender para vivir un Adviento más auténtico, centrado en la caridad, la oración y la solidaridad?
El sacramento de la Penitencia nos asegura que Dios quita nuestros pecados. Resuenan con su carga de consuelo las palabras del Salmo: «Él perdona todas tus culpas y cura todas tus dolencias; rescata tu vida del sepulcro, te corona de amor y de ternura. […] El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; […] no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas. Cuanto se alza el cielo sobre la tierra, así de inmenso es su amor por los que lo temen; cuanto dista el oriente del occidente, así aparta de nosotros nuestros pecados» (Sal 103,3-4.8.10-12). La Reconciliación sacramental no es sólo una hermosa oportunidad espiritual, sino que representa un paso decisivo, esencial e irrenunciable para el camino de fe de cada uno.
(Papa Francisco, Spes non confundit 23)
Mientras nos acercamos al Jubileo, volvamos a la Sagrada Escritura y sintamos dirigidas a nosotros estas palabras: «Nosotros, los que acudimos a él, nos sentimos poderosamente estimulados a aferrarnos a la esperanza que se nos ofrece. Esta esperanza que nosotros tenemos es como un ancla del alma, sólida y firme, que penetra más allá del velo, allí mismo donde Jesús entró por nosotros, como precursor» (Hb 6,18-20). Es una invitación fuerte a no perder nunca la esperanza que nos ha sido dada, a abrazarla encontrando refugio en Dios.
(Papa Francisco, Spes non confundit 25)
