La publicación de la nueva encíclica del papa Francisco, titulada “Dilexit Nos”, nos recuerda la importancia que tuvo en la espiritualidad de San Francisco de Sales la devoción al Sagrado Corazón. Además, el siglo XIX fue un resurgir de esta devoción, gracias a los jesuitas, que dedicaron sus energías a la propagación de esta devoción, donde lo esencial era su amor redentor como motor de Su acción salvadora. En la vida de Don Bosco, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús ocupó un lugar central. Aunque inicialmente enfrentó resistencia debido a los prejuicios jansenistas, Don Bosco comenzó a propagar esta devoción a sus chicos del oratorio, rezando con ellos la Corona en honor al Sagrado Corazón, en momentos especiales como la visita al Santísimo Sacramento (MB III, 23 y 225). Pío IX incluyó la fiesta en el calendario, beatificó a Margarita Mª de Alacoque, y consagró el mes de junio a esta devoción. León XIII consagró el mundo un año después de la muerte de Don Bosco.
Así, pues, el año en que Pío IX instituyó en todo el mundo la festividad del Sagrado Corazón de Jesús e hizo obligatorio el oficio y la misa de esta fiesta; en el mismo mes dedicado al Sagrado Corazón, fundábase la Compañía de la Inmaculada Concepción, en la que crecieron los primeros elementos de la Pía Sociedad de San Francisco de Sales. O sea, que el mes de junio proporcionó a don Bosco satisfacciones semejantes a las que le había procurado el mes de mayo.
(MB V, 348)
A lo largo de su vida, Don Bosco promovió esta devoción, llevándola a Argentina, primer tierra de misión salesiana fuera de Europa. En una carta desde Buenos Aires, Santiago Costamagna describe cómo los salesianos, en su iglesia en La Plata, dedican sus esfuerzos al Sagrado Corazón, resistiendo tentaciones que amenazan la fe de los inmigrantes italianos (MB XVIII, 623-624).
La devoción salesiana
La misión de Don Bosco tocó el corazón de muchos, como Isabel Seyssel-Sommariva, quien manifestó en una carta su gratitud hacia él por haberle inspirado una devoción tan profunda al Sagrado Corazón, incluso antes de convertirse al catolicismo:
Confío en la misericordia y en el amor del Sacratísimo Corazón de Jesús, mi devoción predilecta, que usted me inspiró aún antes de ser católica.
(MB VI, 788-789)
La vida de Don Bosco estuvo marcada por momentos, como cuando, en su visita a España, fue recibido en el monte Tibidabo con un acto de fe y caridad. Los propietarios le cedieron la propiedad de la montaña para construir un santuario al Sagrado Corazón. A través de este gesto simbólico, Don Bosco consolidó su deseo de promover esta devoción.
Estoy confundido ante la nueva e inesperada prueba que me dais de vuestra religiosidad y piedad. Os lo agradezco; pero sabed que en es instante, sois instrumentos de la divina Providencia. Al salir de Turín para venir a España, iba pensando en mi interior: Ahora que está casi terminada la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en Roma, hay que estudiar la manera de promover cada vez más la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Y una voz interior me tranquilizaba asegurándome que encontraría los medios para cumplir mi deseo. Esta voz m repetía: Tibi dabo, tibi dabo! (Te daré, te daré). Sí, señores; vosotros sois los instrumentos de la divina Providencia. Con vuestra ayuda, surgirá pronto sobre este monte un santuario dedicado al Sagrado Corazón de Jesús; en él tendrán todos comodidad para acercarse a los san sacramentos y se recordará por siempre vuestra caridad y la fe, de la que me habéis dado tantas y tan hermosas pruebas.
(MB XVIII, 106)
FIESTA DEL SAGRADO CORAZÓN EN EL ORATORIO DE DON BOSCO
El 4 de junio, una fecha especial en el calendario litúrgico del Oratorio de San Juan Bosco, coincidió con el primer viernes después de la octava del Corpus Christi. Don Bosco, la noche anterior, anunció la celebración de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, invitando a sus jóvenes a honrarlo con diligencia y fervor. A pesar de que la solemnidad exterior se pospondría hasta el domingo, animó a todos a comenzar la celebración en el corazón, recordándoles el amor inmenso y apasionado que Jesús mostró a la humanidad a lo largo de su vida y, en especial, en su Pasión y Muerte (MB 11, 216).
Don Bosco explicó a sus jóvenes el significado profundo de esta devoción: la veneración del Sagrado Corazón no es solo un símbolo, sino la expresión de la infinita caridad de Jesús hacia los hombres. Su corazón, como horno de amor, encarna un llamado a responder con gratitud a ese amor, tal como lo reveló Jesús a Santa Margarita de Alacoque, prometiendo abundantes gracias a aquellos que honrasen su amantísimo Corazón.
El 16 de junio de aquel año, la celebración del Sagrado Corazón se entrelazó con dos fechas memorables: el centenario de la revelación hecha a Santa Margarita de Alacoque y el vigésimo quinto aniversario del Pontificado del Papa Pío IX. En honor a este día, el Oratorio llevó a cabo el «ejercicio de la buena muerte,» y todos los jóvenes se acercaron a la Sagrada Comunión. En un ambiente de alegría y fe, la jornada culminó con la consagración al Sagrado Corazón, dirigida por Don Miguel Rúa, quien explicó desde el púlpito el significado y el valor de esta devoción y guió a los jóvenes en una oración de consagración, donde cada uno repitió en voz alta su entrega al amor de Jesús. Aquel día, un solemne Te Deum resonó en el Oratorio en acción de gracias, celebrando no solo la devoción al Sagrado Corazón, sino también el legado de un pontificado que había apoyado la misión de Don Bosco.