INTRODUCCIÓN
En esta parte alta de la ciudad, conocida como casa pretorio, Pío IX quiso construir. Sin embargo, será su sucesor el que llevará a cabo dicha empresa, pidiendo limosna a los obipos del mundo el 1 de agosto de 1878.
Ante la falta de dinero, que obligó a suspender todo lo iniciado, el cardenal Alimonda propone al papa dar esta empresa a Don Bosco:
Un día León XIII, reunido con los Cardenales, les manifestó la gran amargura de su alma por aquella forzada suspensión.
- Está de por medio, decía, la gloria de Dios, el honor de la Santa Sede y el bien espiritual de una población tan numerosa.
- Santo Padre, se adelantó a decir el cardenal Alimonda, yo propondría un modo seguro para conseguir el intento.
- ¿Cuál?, preguntó el Papa sorprendido.
- Confiarlo a Don Bosco.
- Pero, ¿Don Bosco aceptará?
- Santidad, yo conozco a Don Bosco y su plena e ilimitada devoción al Papa, si Vuestra Santidad se lo propone, estoy segurísimo de que aceptará.
Ante la petición del Papa, Don Bosco dirá: Un deseo del Papa, contestó Don Bosco, es para mí un mandato, acepto el encargo, que Vuestra Santidad tiene la bondad de encomendarme
LA CARTA DE ROMA
El 10 de mayo de 1884 Don Bosco desde Roma se dirige en una carta a la comunidad salesiana de Valdocco.
A través del género literario del sueño va a tratar el estado del Oratorio, que en el momento en que la escribe tenía algunos aspectos problemáticos, comparándolo con el desarrollo positivo hasta 1870.
En este viaje a Roma, entre el 14 de abril y el 14 de mayo, había sido diferente. No había hecho las numerosas visitas que solía hacer a causa de su debilidad física.
Tras la audiencia con el papa León XIII, Don Bosco ya anciano, se sentía debilitado y enfermo, agotado por el trabajo intenso y su estilo de vida austero.
Sus últimos años habían sido difíciles, con múltiples viajes, y una enfermedad grave que lo llevó al borde de la muerte en febrero de ese mismo año. Como indica P. Braido en el boletín salesiano de abril de aquel año: “Don Bosco ya puede considerarse de 100 años, aún no tiene 70”.
LA BASÍLICA
La Basílica del Sagrado Corazón es un lugar fascinante lleno de historia y significado. Al entrar en este majestuoso edificio, lo primero que notarás es su impresionante solemnidad. La atmósfera te envuelve de inmediato, haciendo que sientas la importancia y la grandiosidad del lugar.
Camina por la nave central, el pasillo principal de la basílica. Este espacio está dividido de las naves laterales por ocho imponentes columnas de granito. En la base de estas columnas, algo especial captura la atención: los nombres de los bienhechores, escritos en latín. Estos son aquellos que han contribuido de alguna manera a la construcción y el mantenimiento del templo, una forma de honrar su generosidad.
A medida que exploras las naves laterales, te encuentras con cinco pequeñas cúpulas que albergan frescos creados por Virginio Monti. Estas pinturas representan pasajes de la vida de Jesús, ofreciendo una experiencia visual y espiritual a los visitantes. Mientras paseas por estas naves laterales, no puedes dejar de admirar los cuatro confesionarios remodelados recientemente. Estos confesionarios, construidos en nogal y tallados por la escuela profesional de San Benigno Canavese de Turín, son testigos de la evolución artística y devocional a lo largo de los años.
Los frescos de César Caroselli sobre los arcos de la nave central son otra maravilla artística. Representan a los 12 profetas y ángeles que sostienen los símbolos de la pasión de Jesús. Estas pinturas no solo son visualmente impactantes, sino que también cuentan una historia espiritual profunda y simbólica.
El techo de la basílica, decorado en 1887 por el pintor Virginio Monti, presenta escenas evangélicas que destacan la misericordia divina. En el centro, destaca la imagen de medio busto del Sagrado Corazón de Jesús, una representación central en la fe cristiana. Mientras tanto, en el techo del transepto, encontramos el escudo de la Congregación Salesiana, con elementos que simbolizan las virtudes teologales y la vida sacrificada y virtuosa.
ALTARES
El altar mayor es otro punto destacado. En su fondo, un alto tímpano presenta la paloma, símbolo del Espíritu Santo. En el centro, un cuadro de Francisco de Rohden muestra el Sagrado Corazón con el corazón ardiente, rodeado por ángeles adoradores. Esta imagen se inspira en la tercera visión de la santa francesa Margarita María Alacoque, un testimonio visual de la gloria divina.
Los altares laterales dedicados a San José y María Auxiliadora añaden más capas de significado. Las pinturas de San José, obra de José Rollini, y María Auxiliadora, donada por el Alcalde de Roma el príncipe Torlonia, enriquecen el espacio con su belleza artística y su devoción.
LA ÚLTIMA MISA EN ROMA
El 14 de mayo de 1887 Don Bosco asistía a la consagración del Templo dedicado al Sagrado Corazón de Jesús y el 16 de mayo de 1887 celebraba la única Misa en el altar dedicado a María Auxiliadora. “Más de 15 veces se le vio luchando para finalizar la Santa Misa”. De esta manera lo narra su secretario don Viglietti:
Aquella mañana quiso Don Bosco bajar a la iglesia para celebrar la misa en el altar de María Auxiliadora. Durante el divino sacrificio se paró por lo menos quince veces, víctima de una gran emoción y llorando. Don Carlos Viglietti, que le acompañaba, tuvo que ayudarlo de vez en cuando para que pudiera continuar. Cuando don Carlos Viglietti vio que había recobrado su calma habitual, se lo preguntó y él respondió:
- Tenía viva ante mis ojos la escena de cuando soñé a los diez años con la Congregación. Veía y oía realmente a la mamá y a los hermanos opinar sobre el sueño… Entonces le había dicho la Virgen: A su tiempo lo comprenderás todo. Han pasado ya desde aquel día sesenta y dos años de trabajos, sacrificios y luchas […] ¡Qué largo y arduo había sido el camino desde I Becchi de Castelnuovo, hasta la Sede del Vicario de Jesucristo!
PÍO IX
La basílica también alberga una estatua dedicada al Papa Pío IX, quien desempeñó un papel crucial en la aprobación de las Constituciones Salesianas.
Esta estatua, una réplica de la colocada en el templo de San Juan Evangelista de Turín por voluntad de Don Bosco, es un recordatorio de la conexión histórica y espiritual del lugar.
La sala de la sacristía ofrece un vistazo a la historia y reconocimientos oficiales de la basílica. La elevación al título de Basílica Menor en 1921 y la posterior designación como Diaconía en 1965 son testimonios de la importancia religiosa del lugar.
HABITACIÓN DE DON BOSCO
La basílica también cuenta con la habitación donde Don Bosco se alojó en su último viaje a Roma. Esta sala, abierta al público en 1934 después de la canonización de Don Bosco, contiene objetos que el santo utilizó durante su estancia.
Aquí, se dice que Don Bosco realizó milagros de curación, añadiendo un toque de espiritualidad tangible a este lugar sagrado. Cada rincón cuenta una historia que conecta el pasado con el presente, ofreciendo a los visitantes una experiencia única llena de significado.