Una de las escenas más conocidas de la vida pública de Jesús de Nazaret es la entrada triunfal que hace en Jerusalén antes de su muerte. Numerosas imágenes de Jesús montado en un borriquillo, que procesionan el domingo de Ramos, nos recuerdan este pasaje narrado en todos los evangelios. Los sinópticos (Marcos, Mateo y Lucas) comienzan narrando la procedencia y el estado en el que se encontraba el animal:
Id al pueblo que está enfrente de vosotros, y no bien entréis en él, encontraréis un pollino atado, sobre el que no ha montado todavía ningún hombre. Desatadlo y traedlo (Mc 11, 2).
Jesús se refería al pueblo que estaba enfrente a Betfagé y Betania, donde él se encontraba, pueblos desde los que se esperaba la entrada del Mesías en Jerusalén.
La imagen del asno ha sido asociada en la cultura occidental con la ignorancia y la clase social baja. Solo hay que hacer alusión a cuentos como el de Pinocho o la célebre imagen del fiel escudero de don Quijote montado en su burro.
Sin embargo, en la mentalidad oriental, ir montado en un pollino simbolizaba la pertenencia a una clase social alta. En numerosos libros del antiguo testamento aparece este animal como símbolo de riqueza, animales que portaban a reyes y poderosos.
Mientras que el caballo estaba asociado a la guerra, el asno, en cambio, estaba asociado a la paz. Jesús quiso mostrarse como un rey pacífico cumpliendo la profecía de Isaías (Is 9, 8) que lo llamaría «Príncipe de la paz».
El hecho de que el asno no había sido montado hace referencia al liderazgo espiritual que representaba Jesús. Un asno que había sido empleado para otros usos no podría ser usado con carácter religioso.
Los evangelios de Mateo y Juan unen este episodio de la vida de Jesús a la profecía de Zacarías:
¡Exulta sin freno, hija de Sión, grita de alegría, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey: justo él y victorioso, humilde y montado en un asno, en un pollino, cría de asna. (Zc 9,9)
Continúa el relato con un mandato de Jesús a los dos discípulos que envía:
Y si alguien os dice: «¿Por qué hacéis eso?», decid: «El Señor lo necesita, y que lo devolverá en seguida». (Mc 11,3)
Estas palabras están puestas a conciencia. Únicamente el rey tenía poder para adueñarse de propiedades de otros. El reinado de Jesús sería, por tanto, pacífico y humilde.
El grito que acompaña al engalanamiento improvisado con mantos, palmas y ramas de olivo proviene del salmo 118:
25¡Ah, Yahveh, da la salvación! ¡Ah, Yahveh, da el éxito! 26¡Bendito el que viene en el nombre de Yahveh! Desde la Casa de Yahveh os bendecimos. 27Yahveh es Dios, él nos ilumina. ¡Cerrad la procesión, ramos en mano, hasta los cuernos del altar!
El término hebreo Hosanna ha pasado en su forma original al Nuevo Testamento y significaba ¡Ayúdanos! Con esta petición los peregrinos que se habían unido a Jesús lo aclamaban como al Mesías esperado. Antes de la entrada de Jesús en el templo, episodio que vuelve a unificar a los evangelistas sinópticos, cada uno de ellos propone distintos relatos:
- Marcos cuenta que tras entrar en el templo y observar a su alrededor regresó a dormir a Betania. El regreso a Jerusalén, con la conocida expulsión de los vendedores del templo, estará anticipado por el relato de la higuera estéril a la que Jesús maldice.
- Mateo narra la conmoción del pueblo ante la llegada de Jesús, del cual pregunta su procedencia: Este es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea (Mt 21, 11).
- Lucas, que se alarga más que los anteriores, propone dos episodios. El primero supone la aprobación de Jesús de las aclamaciones que lo refieren como rey y mesías, ante la crítica de los fariseos. Lo hace con la respuesta: Os digo que si éstos callan gritarán las piedras (Lc 19, 40). El siguiente se corresponde con el llanto de Jesús sobre Jerusalén. En él el Mesías llora por la ausencia de paz en aquella esplendorosa ciudad amada desde siempre por Dios.
- El evangelista Juan, que había anticipado el episodio de la purificación del templo a la primera pascua del capítulo segundo, evoca la incomprensión de los discípulos de todo lo sucedido.
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