(Colaboración en Cuaderno Joven nº 358)

La irrupción de la gracia de Dios en nuestras vidas y la libre elección personal constituyen los pilares fundamentales para responder al plan de Dios que se hace visible en la radicalidad de la respuesta que cada uno da a Dios. A través de estos sacramentos que son «signos eficaces de la gracia» las personas hacemos visible la realidad divina. La unión matrimonial y el ministerio sacerdotal suponen el sí definitivo para que el reino de Dios  predicado por Jesús de Nazaret se haga presenta en el mundo actual a través del servicio a los demás.

UNIDOS POR EL AMOR

Este vínculo sagrado, en atención al bien tanto de los esposos y de la prole como de la sociedad, no depende de la decisión humana (GS 48).

El motor que impulsa a la pareja a donarse mutuamente no es solo fruto de un impulso biológico o una atracción sexual que es esfuma con el tiempo, sino el resultado de una decisión de ambos cónyuges para pasar de un «yo personal» a un «nosotros», una decisión discernida que acepta la llamada de Dios a esta forma de vida. Este don debe ser desarrollado en la fidelidad y la donación mutua que sabe encontrar soluciones en medio de las diferencias. La familia que se crea con este vínculo se desarrolla a través de actitudes de acogida del otro, la solidaridad, la renuncia y la disponibilidad.

  • ¿Nos entregamos con fidelidad y sin reservas en nuestro amor conyugal?
  • ¿Son el perdón y el diálogo los medios para sanar momentos difíciles por los que pasa el matrimonio?
  • ¿Qué actitudes de mi vida diaria construyen a mi familia? ¿Cuáles la destruyen?

Únenos, Señor, en el amor, para que seamos signos de tu presencia en el mundo a través de la ayuda mutua, la comprensión, el servicio y la entrega total. Que la oscuridad no apague el fuego de la fidelidad.

ENTREGADOS POR EL REINO

En el servicio eclesial del ministro ordenado es Cristo mismo quien está presente a su Iglesia como Cabeza de su cuerpo, Pastor de su rebaño. (CIC 1548).

Este llamado que Dios sigue haciendo por el bien de su Iglesia a los ministros ordenados (obispos, sacerdotes y diáconos) tiene el sentido de dar pastores que sigan  conduciendo a la Iglesia. Jesús eligió a los apóstoles para que fueran guías en medio de las comunidades. De esta misma forma los ministros siguen siendo presencia de la caridad de Cristo en su Iglesia, a través del servicio a los más necesitados.

  • ¿Es el ministerio un servicio a los demás o constituye una fuente de beneficio personal?
  • ¿Cómo se vive la presencia de un ministro ordenado en mi comunidad?
  • ¿Rezo para que el Señor siga llamando a este servicio con numerosas vocaciones?

Envía, Señor, ministros santos a tu Iglesia, para que siga siendo signo de tu presencia amorosa y misericordiosa en el mundo.

¿Y LA VIDA RELIGIOSA?

El estado de vida consagrada aparece por consiguiente como una de las maneras de vivir una consagración «más íntima» que tiene su raíz en el Bautismo y se dedica totalmente a Dios. (CIC 916).

Existen otras formas de vivir la fe en la Iglesia como servicio a los hermanos que suponen una respuesta al sacramento del Bautismo, sin constituir un sacramento aparte. La vida religiosa se erige como la afirmación a una llamada que Dios hace a aquellos que «impulsados por la caridad que el Espíritu Santo difunde en sus corazones, viven más y más para Cristo y para su Cuerpo, que es la Iglesia» (PC 1).

DINÁMICA

  1. Busca un lugar tranquilo donde puedas encontrar serenidad y paz.
  2. Haz silencio en tu interior para escuchar a Dios en tu corazón.
  3. Ora: «Señor, hazme escuchar la voz de tu llamada. Quiero hacer tu voluntad».
  4. Da gracias a Dios por el don de la vida, de la fe y de los hermanos.
  5. Atrévete a decir sí al proyecto que Dios tiene preparado para que seas feliz.

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