Introducción

La espiritualidad del movimiento focolar hunde sus raíces en las palabras del salmo 22 que Jesús grita en la cruz según los evangelios de Marcos y Mateo. La historicidad de esta oración así como el significado que Jesús le pudo dar en el caso de que las pronunciara ha sido uno de los debates más arduos de los teólogos del siglo XX. La fundadora de la Obra de María en su libro titulado «El grito» hace una interpretación personal de estas palabras, no solo desde una teología exquisita, sino desde la propia experiencia de fe en la fundación de su movimiento.


Resumen de “El grito” de Chiara Lubich.

El libro «El grito», escrito por Chiara Lubich, quiere ser según ella un canto, un himno de alegría y gratitud hacia Aquel que, levantado en la cruz, nos ha atraído a nosotros y a otros muchos […] en su resurrección.

Comienza con una reflexión sobre Jesús crucificado preguntándose sobre la manera en cómo hablar de Aquel que es hombre y Dios, que sufre y muere por el hombre, entregándose libremente a la voluntad de Padre y abriéndonos la puerta de la Trinidad. 

Chiara propone a Jesús como modelo para cada uno de nosotros, alejándonos de un modelo de cristianismo exento de dificultades, e invitándonos a tomar la propia cruz cada día. Para ello propone los ejemplos de San Ignacio de Antioquía y San Luis María Grignion de Montfort. Pero además, de ser modelo, Jesús crucificado es el sacrificio.

Continúa Chiara invitándonos a contemplar a Jesús en el grito de la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” visto por ella como un vaciamiento incluso de Dios. Califica el abandono desde una aparente paradoja, abandono real e irreal, un abandono real para la humanidad, porque Dios la deja en su estado sin intervenir, y abandono irreal para su divinidad, porque Jesús siendo Dios, es uno con el Padre y con el Espíritu. 

Califica ese abandono como una nueva operación, como en la Encarnación. Ante ese misterio, Chiara intenta comprenderlo con estas impresionantes palabras:

Jesús experimenta en su humanidad la lejanía de Dios. […] Pero, justamente porque humanidad y divinidad en Cristo son uno, siendo Jesús Dios, he aquí que Él tiene la fuerza de superar esta inmensa prueba, tan grande como Dios, y en el mismo grito en el que está velado pero contenido todo el poder del Amor omnipotente, se vuelve a abandonar en el Padre y a unirse de nuevo con Él. Si Jesús no fuese Dios, esto no sería posible. Y por ello precisamente en el abandono Él se muestra más Dios que nunca. 

Chiara propone el nacimiento de la Iglesia en aquel grito, donde Jesús entrega el Espíritu Santo. Califica y desarrolla su comprensión de Jesús abandonado como adorador, redentor, mediador, nuestro hermano, maestro de unidad… Ante su ejemplo el hombre tiene que hacer su parte ofreciendo su cuerpo y viviendo su sacerdocio conferido en el bautismo (somos víctimas y sacerdotes). En este sentido, nos invita a vivir el apostolado como culto: Al anunciar el evangelio, el apóstol hace la voluntad de Dios y se ofrece a sí mismo como víctima. 

Como movimiento dentro de la Iglesia, Chiara ve en este pasaje evangélico la génesis de la Obra de María, el movimiento de los focolares: Para nosotros amar a Dios tiene este significado: estar dispuestos a morir los unos por los otros. Chiara verá antes de todo inicio a Jesús crucificado como el modelo que luego reproducirán las primeras focolarinas, añadiendo también el calificativo abandonado, poniendo su mirada en el grito de Jesús en la cruz. 

Chiara hace un recorrido cronológico de su comprensión de Jesús crucificado y abandonado de la siguiente manera: 

  1. Antes de la fundación: Encuentro con una catequista que le pregunta ¿qué es el amor? Chiara responde de manera inconsciente: ¡Jesús crucificado!
  2. Carta a las primeras focolarinas: ¡Jesús crucificado! Ahí está todo. 
  3. Predicación de un sacerdote el 24 de enero de 1944: el dolor más grande de Jesús fue cuando gritó en la cruz. 

Continúa la autora narrando su primera experiencia en el primer focolar de Jesús abandonado y de María desolada, y en las primeras cartas. Tras una profundización sobre el tema en distintos autores, expone su vivencia de Jesús abandonado en los rostros más diversos. 

De esta manera, en el siguiente capítulo propone «Cómo y dónde descubrirlo». Ve a Jesús abandonado en el dolor que sufrimos, que era una sombra de su gran dolor, en nosotros, en los hermanos, en los pecadores. Pero además lo ve como expresión de todos los amores: el de una madre, el hermano, el esposo, el padre… 

Para ella, las consecuencias de vivir en la vida la presencia de Jesús abandonado ayuda a recomponer la unidad y a llegar a la perfecta unidad. Por tanto, Jesús es modelo para muchos que quieren fomentar está unidad. 

Prosigue el libro narrando su experiencia junto a Igino Giordani en 1949 de Jesús abandonado, una segunda experiencia que la llevará a una segunda elección de Jesús abandonado como esposo y sostén de su vida.  

Esto no va a evitar los momentos de prueba, que explicará en el siguiente capítulo. La oscuridad interior, los momentos de estudio que la iglesia hizo del naciente movimiento y las diferentes críticas llegarán en un momento de pleno esplendor del movimiento por Europa. 

Estas pruebas llegarán a su momento de paz, con el camino «hacia la resurrección» que vivirá en todo este proceso probativo hasta la aprobación por parte de la Iglesia del movimiento y su nacimiento oficial en ella el 23 de marzo de 1962. 

En el capítulo «Los papas y la Obra» Chiara hace un breve recorrido de los escritos papales sobre su naciente movimiento: Pío XII, Juan XXIII y Pablo VI. 

Concluye el libro con una doble invitación: cargar con las cruces de la iglesia y de la humanidad, especialmente la de los países en vía de desarrollo y el proceso de secularización, y aspirar, como otras muchas instituciones, a la unidad. 

Frases

  1. Vino entre nosotros para una obra que a todos nos concierne, que afecta a cada uno personalmente. Nos creó, pero desperdiciamos el don que nos hizo y continuamente lo desfiguramos.
  2. Jesús sufre y muere por el hombre.
  3. ¡Había hecho necesario para él encarnarse, sufrir y morir por nosotros, porque es amor!
  4. Él se ha convertido en el Camino, el modelo para cada uno de nosotros. El cristiano como Jesús debe amar al Padre y, para ello, hacer su voluntad y someterse a Él.
  5. Seguir a Jesús significa tomar la propia cruz cada día.
  6. Jesús crucificado es el sacrificio.
  7. Cristo, mediante la profundidad divina de la unión filial con el Padre, percibe de un modo humanamente inexplicable este sufrimiento que es la separación, el rechazo del Padre, la ruptura con Dios. Pero precisamente mediante tal sufrimiento Él realiza la redención. 
  8. Es en el abandono donde el sacrificio de Jesús expresa todo su carácter interior, espiritual, divino. 
  9. En Jesús se da el Adorador por excelencia. 
  10. En el abandono, Jesús es, en acto, el Redentor; es el Mediador: habiéndose hecho nada, une a los hijos con el Padre. 
  11. Jesús crucificado, que, en la cúspide de su pasión, al gritar: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”, se hizo artífice y camino de la unidad de los hombres con Dios y entre ellos. 
  12. De aquí la posibilidad de hacer también de nuestra vida un sacrificio. 
  13. En Jesús todo cristiano es sacerdote, porque la unidad ya está restablecida, el acceso a Dios no está ya reservado al sumo sacerdote una vez al año, como en el Antiguo Testamento.
  14. Al anunciar el evangelio, el apóstol hace la voluntad de Dios y se ofrece a sí mismo como víctima. 
  15. Al anunciar el evangelio, el apóstol hace también un verdadero sacrificio ofreciendo a Dios a los convertidos. 
  16. Nosotros tenemos, en nosotros y en muchos, víctimas espirituales y primicias que ofrecer a Dios en todo el mundo. 
  17. La voluntad del Padre se resumía prácticamente en amar a los hermanos, y Jesús dio su vida por amor a ellos.
  18. Lo que da la posibilidad de realizar la unidad es justamente el amor a Jesús crucificado y abandonado. 
  19. Sólo Él, en aquella desnudez, nos daba la posibilidad cada mañana, al despertarnos, de recordar que lo habíamos elegido para toda la vida únicamente a Él, a Jesús crucificado y abandonado. 
  20. ¡En el cumplimiento de la voluntad de Dios- se decía en una de ellas-. que está todo en el amor a Dios y al prójimo, hasta el punto de fundirnos en la unidad, hallaremos la cruz en la que hemos de crucificarnos!
  21. Jesús necesita almas que sepan amar así: que lo elijan, no por la alegría que da su seguimiento, no por el Paraíso que nos prepara y por el premio eterno, ni por sentirnos a gusto. 
  22. Tres horas de cruz, desde la cual dio el perdón a sus verdugos, abrió el Paraíso al ladrón, nos dio a su madre, y por último, su Cuerpo y su Sangre, después de hacernoslos entregado místicamente en la Eucaristía. 
  23. Se había comprometido con los hombres, hecho pecado con los pecadores; había firmado un cheque por valor infinito, que sólo Él podía pagar. Para hacernos hijos de Dios se privaba del sentimiento de ser hijo de Dios. 
  24. Nos fascinaba, quizá nos enamoraba porque, desde el principio, empezamos a verlo por doquier: se presentaba con los rostros más diversos en todos los aspectos dolorosos de la vida: no era más que Él, eran solamente Él; eran, aunque siempre nuevos, únicamente Él. 
  25. Lo descubríamos en cada dolor físico, moral o espiritual: era una sombra de su gran dolor. Sí, porque Jesús abandonado es la figura del mundo; ya no sabe hablar, no sabe qué otra cosa decir. 
  26. Jesús abandonado es la tiniebla, la melancolía, la contradicción, figura de todo lo que es extraño, indefinible, que sabe a monstruoso porque es un Dios que grita auxilio. 
  27. Cada dolor nuestro nos parecía un rostro de Jesús abandonado al que amar y querer para estar con Él, ser como Él, y poder dar también nosotros, en unión con Él, con nuestro sufrimiento amado, la vida a nosotros y a muchos. 
  28. Dios sólo amor, no se deja ganar en generosidad, y transforma, por una alquimia divina, el dolor en amor. 
  29. Después de cada encuentro con Jesús abandonado, si lo amábamos, encontrábamos a Dios de un modo nuevo, más cara a cara, en una unidad más plena. 
  30. Lo veíamos también en cada hermano que sufría. Entonces, acercándonos a los que se parecían a Él, hablábamos de Jesús abandonado. 
  31. A Jesús abandonado lo amábamos especialmente en los pecadores. 
  32. Jesús abandonado nos parecía, además, la expresión de todos los amores. Él es la madre. 
  33. Todo hecho doloroso era también un rostro de Él. Cuando por ejemplo, alguien que nos ayudaba se echaba atrás, nos sentíamos un poco como Él. 
  34. Jesús abandonado era, pues, nuestro único apoyo. Estábamos contentas de ser un poco como Él, y Él infundía en nosotras una fuerza nueva. 
  35. Solo en la unidad, donde está Jesús en medio, habíamos encontrado la plenitud de la vida. Fuera de ella, el vacío. He aquí, pues, el antídoto: Él. 
  36. Jesús abandonado ha vencido en nosotros cada batalla, las más terribles. Pero era necesario estar locos de amor por él. 
  37. Si Jesús estaba en mí, si Jesús estaba en el otro, si Jesús estaba en todos, seríamos, en ese momento, perfectos en la unidad. 
  38. ¿Nos hemos desposado con Jesús abandonado? Pues es un amor exclusivo. No admite otro. 

Carta de 1956: 

“Mirad: los focolarinos tenemos una gran cruz. Cuando entramos en el focolar dijimos que elegíamos a Jesús abandonado, y Él se ha presentado.  Sabemos que somos amados por Dios, quizá predilectos entre muchos; sabemos que estamos en el corazón de la Iglesia, pero sobre nosotros pesa una sombra, como ya sabéis.  Jesús no podía permitir un dolor más adecuado para nosotros, que seguimos a Jesús abandonado… 

[Pero] lo sabemos: la vida se paga; la vida que a través de nosotros llega a tantas almas, se produce con la muerte. Sólo pasando por el hielo se llega al incendio. Según nos consta a nosotros, este espíritu de unidad no lo tiene nadie. ¡Es un don que no podemos medir! Es el efecto de la presencia de Jesús, que se ha colocado entre nosotros…porque ha encontrado “pobres mujeres”, “pobres pecadores”.  Abracemos con fuerza a nuestro Jesús abandonado y no cedamos por nada. […] Declarémonos dispuestos a seguirlo así, o como Él quiera toda la vida, y  a seguir amándolo después de la muerte, en todos aquellos a los que logremos transmitir este ideal nuestro, el ideal genuino que… brota de aquella llaga. 

Recojámonos con María, perfumando nuestra vida de esa seriedad y ese silencio de quien sabe que está constantemente junto a un moribundo divino […]: Él es nuestro secreto, el secreto de la salvación de muchos hombres.  A los demás, especialmente a través de la Obra, a la que debemos servir con plena dedicación y celo ardentísimo, démosles la alegría purísima que nace de este dolor constantemente deseado, la luz que brilla de esta tiniebla, la rosa florecida de esta espina. Ésta es nuestra vocación”. 

Oración de Chiara: 

“Estamos cansados, Señor,

¡estamos cansados bajo la cruz!

y cada pequeña cruz,

nos parece imposible llevar las más grandes. 

Estamos cansados, Señor,

¡estamos cansados bajo la cruz!

Y el llanto nos inunda la garganta

y bebemos lágrimas amargas.

Estamos cansados, Señor,

¡estamos cansados bajo la cruz!

Acelera la hora de llegar, 

que aquí para nosotros

ya no hay ocasión de alegría; 

no hay más que desolación. 

Porque el bien que amamos

está todo allá.

Y aquí

Estamos cansados, demasiado cansados 

bajo la cruz. 

La Virgen está al lado,

bella, pero afligida criatura.

Que ella auxilie en su soledad

la nuestra de ahora”.

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