Introducción
¿Quién no ha sentido alguna vez la curiosidad de poder ver a un famoso? Aunque no te guste el fútbol, si te dicen que te asomes a la ventana para ver pasar a Messi seguro que lo haces. O si en cambio vas por la calle y te comentan: ¿ese no es aquel entrevistador de la tele? Seguro que te das la vuelta para poder decir al llegar a casa que lo has visto en persona.
Algo parecido le ocurrió al protagonista de esta historia. Quizás en la mesa de su trabajo se enteró de la llegada de un tal Jesús que estaba provocando revuelo en el pueblo por la curación de un ciego al entrar en la ciudad.
Enseguida se enciende el deseo de búsqueda en el corazón de Zaqueo, que va a buscar todos los medios para poder verlo. Lo que el recaudador de impuestos no se espera es que Jesús va a irrumpir en su vida de manera inesperada propiciando un encuentro que cambiará su vida para siempre. Zaqueo se va a dar cuenta de que en realidad no era simplemente la curiosidad lo que movía su espíritu, sino que era realmente un anhelo profundo de felicidad que sentía muy dentro lo que lo empujó a querer encontrar a Jesús.
Seguramente muchos de los que estáis leyendo esto estéis curiosos por saber más de Jesús, pero en realidad lo que no sabéis es que el se va a encontrar hoy con cada uno de nosotros, él toma hoy la iniciativa de mirarnos a los ojos para pedirnos que le dejemos entrar en nuestra casa, para provocar un encuentro salvífico que nos cambie la vida para siempre. De cada uno de nosotros depende abrir las puertas de nuestro corazón para hacer sitio a Jesús, sin que nada ni nadie impida la alegría de su presencia.
El publicano Zaqueo (Lc 19,1-10)
La ciudad de Jericó está situada a las orillas del Jordán, a casi 28 km de Jerusalén, se realiza el encuentro concreto de Jesús con Zaqueo. Es la última ciudad antes de que Jesús realizase su entrada triunfal en Jerusalén. De ahí que Jesús la «atravesaba», porque su meta realmente era llegar a la ciudad Santa.
Tras la localización geográfica (v.1), encontramos al protagonista (v.2) de esta historia. Según Lucas, es el último personaje con el que Jesús se encuentra antes de su entrada en Jerusalén. El evangelio lo presenta con dos características: jefe de publicanos y rico. La primera de ellas habla sobre su trabajo. Los romanos, a través de censos, como el conocido en Belén que da lugar al nacimiento de Jesús, obligaban a los judíos a pagar tributos. Para ello, el imperio tenía una serie de recaudadores por provincias, que en Palestina solían ser judíos. Los publicanos judíos eran considerados pecadores doblemente: por pedir más de lo que les correspondía (extorsión) y por estar al servicio del enemigo para robar a los de su propia sangre. Zaqueo era no solo publicano, sino jefe. Esto elevaba su categoría de pecador. La segunda característica de este personaje, que solo aparece en el evangelio de Lucas, es que era rico, debido sobre todo a su actividad corrupta.
No es la simple curiosidad la que mueve a Zaqueo a intentar ver a Jesús. Su búsqueda es más profunda, es una búsqueda existencial. De ahí que ni la gente ni su estatura impidan su actitud de hacer lo que sea para verlo. Para ello se adelanta a los demás, y más allá de lo que pudieran pensar ellos, se subió a un árbol para poder ver al que buscaba.
Considero que hay que pensar en lo que supone subirse a un árbol. Aunque el sicomoro es robusto es fácil de trepar. Sin embargo, ¿qué supone que un personaje importante como un recaudador de impuestos trepe como si de un niño se tratase a un árbol?, ¿es capaz de rebajarse a ese extremo por ver a una persona? Está claro que esa voluntad de querer ver a Jesús no surge fruto de la curiosidad sino que es el impulso que nace de un corazón que está sediento de vida eterna. Aunque no formula como el joven rico la pregunta, su actitud alberga esa pregunta existencial que todos buscamos, formulada por el joven.
El sicomoro es un árbol de hoja perenne con frutos parecido a la higuera. Aparece únicamente en este pasaje en todo el NT.
La llegada inesperada de Jesús descoloca las expectativas de Zaqueo, que pensaba ver el paso de Jesús por la ciudad. Sin embargo, este irrumpe en la vida del publicano con una intención contundente: «quedarse en su casa». La necesidad de esa acción se propone para la realización del plan salvífico de Dios, que se realiza en el «hoy» de manera concreta. La respuesta de Zaqueo a esta invitación de Jesús se palpa en dos actitudes. Una externa, la premura por bajar del sicomoro; y otra interna, la alegría. La irrupción de Dios no puede provocar sino la voluntad del encuentro y el gozo del acontecimiento. Porque si se tiene intención de acoger a Dios, la consecuencia es la alegría, no como ocurre al final de la escena del joven rico.
Con actitud farisaica, todos los presentes critican la actitud de Jesús porque Zaqueo era considerado un pecador público por pertenecer al grupo de los corruptos de la época. Siguen sin entender la capacidad de acogida del maestro, que aparece demostrada en el evangelio apenas cuatro capítulos antes, en la parábola del hijo pródigo. De nuevo todos, los más cercanos, vuelven a juzgar a Jesús. No se dan cuenta que Jesús está siempre con los pobres, no solo con los pobres materiales.
Zaqueo toma la iniciativa y se pone en pie. Es él el que elige cambiar de vida. Es interesante el significado del verbo «daré», que en griego puede tener dos vertientes:
- Desde aquel momento de encuentro con Jesús empieza a dar la mitad a los pobres.
- Seguir dando la mitad a los pobres, como había venido haciendo siempre. Zaqueo estaría recordando a la gente lo que ya hacía.
Parece que la primera opción es la más factible ya que después se dirá que Zaqueo «estaba perdido» y que Jesús lo ha salvado. Estas palabras nos recuerdan a las de la parábola: «estaba perdido y ha sido hallado» (Lc 15,32). Además de esto, nos sorprende la segunda determinación de Zaqueo: devolver el cuádruplo a los que defraudó. No se queda en lo establecido por ley, el 20% según la ley judía, sino que da más. Esta elección final de Zaqueo traerá consigo una consecuencia, que no se dio en el joven rico. A pesar de ser un publicano es capaz de recibir la salvación que Jesús le trae.
La salvación es Dios mismo presente en su hijo Jesús que se encuentra con Zaqueo en un momento concreto de su historia, en su «hoy». Él estaba perdido, como la oveja de la profecía de Ezequiel (Ez 34,16), como la de la parábola del evangelio, y fue rescatado por Jesús, que se llama a sí mismo «Hijo del hombre». El último versículo resume toda la acción de Jesús en el evangelio. Él es el pastor que sale al encuentro, el buen samaritano, el padre misericordioso, que ha venido a dar vida hasta a aquello que parece irrecuperable.
Reflexión
Ponernos los zapatos de Zaqueo provoca en nosotros un movimiento que todo ser humano tiene: la apertura del corazón ante aquello que puede dar respuesta a la pregunta existencial que se encuentra en toda persona: ¿cómo puedo ser feliz?
Es la pregunta que escasos versículos antes le había formulado el famoso joven rico: «Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?» (Lc 18, 18-23). Una misma pregunta que se formula de dos formas distintas y que obtienen dos respuestas diferentes por parte de los que la formulan.
Ambos son ricos que buscan una respuesta a ese anhelo interior de felicidad. Pero es el encuentro con Jesús de Nazaret, y no simplemente la moral de los mandamientos, lo que propicia un cambio de vida. Mientras que el joven rico quiere buscar una afirmación de su forma de vida correcta pero llena de lujos, Zaqueo sabe que tiene que cambiar si quiere ser feliz.
Él no se queda sin nada, porque sabe que son necesarios los bienes para vivir. Pero sabe que la única manera que tiene para ser feliz es compartiendo lo que tiene con los demás, dando «la mitad de mis bienes a los pobres».
No sabemos cómo era realmente Zaqueo, ya que en la época también existían publicanos honrados que no se lucraban de su trabajo. Lo que si sabemos es que Zaqueo toma conciencia de que si alguna vez, consciente o inconscientemente, se ha aprovechado de alguien devolverá cuatro veces más.
Esperemos que no robara demasiado, porque por el contrario quedaría arruinado. Agradezcamos el ejemplo que nos deja de cómo Jesús es capaz de cambiar un corazón corrompido por la codicia por un espíritu que desprende generosidad y se da enteramente a los demás.
Este es el misterio de Jesús, que es capaz de recuperar aquello que parecía perdido. Su mirada de misericordia hace que Zaqueo quiera ser como Él. Si Jesús hubiera tenido la mirada llena de prejuicios de aquellos que lo rodeaban, hubiera pasado de largo sin prestar una mínima atención al publicano. Ni siquiera el propio Zaqueo pensaba que ocurriese cosa semejante.
Pero Jesús siempre nos maravilla, Dios es sorpresa. Él nos mira con ojos de madre, que nos quiere como somos, pero que sueña un futuro mejor para cada uno de sus hijos. Esa actitud, y no la de reproche, es la que cambia la vida de los demás, que rompen el muro que habían creado para protegerse.
Jesús se acerca a los rechazados porque la salvación es para todos. El mensaje del reino no es excluyente, sino inclusivo. Dios quiere la salvación de todos sus hijos, y por eso acoge, abraza, sale al encuentro. Por eso siempre hay posibilidad de rehacernos, porque Dios apuesta siempre por nosotros, a pesar de nuestras debilidades, posibilitando incluso lo que para los hombres parece imposible.
Por lo tanto, la decisión de seguirlo es de cada uno de nosotros. Dios nos da libertad para elegir su plan de salvación y decir sí a su proyecto. De nosotros depende marchar tristes como el joven rico, o acoger a Dios con alegría en nuestras almas, para que Él con su Espíritu de amor inunde nuestras vidas y las haga fructificar para siempre.
No hay que olvidar nunca que Jesús siempre nos da más de lo que nosotros esperamos. Él nos interpela interiormente, nos invita a seguir su proyecto. Cuando nos decidimos a seguirlo Él nos da el ciento por uno, su salvación.
Siente esta invitación de Jesús hoy, en tu día a día. Él quiere quedarse en tu casa, quiere compartir vida contigo. Aunque los demás te juzguen sin razón, él siempre tendrá una sonrisa, una caricia, una palabra para quererte. De ti depende si quieres quedar subido al árbol de tu orgullo o si deseas bajar corriendo para recibirlo. No lo dudes, Jesús quiere decirte como a Zaqueo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa», porque de tu felicidad depende la de los que te rodean.
Meditación personal
No existe profesión o condición social, no existe pecado o crimen de algún tipo que pueda borrar de la memoria y del corazón de Dios a uno solo de sus hijos.
Papa Francisco
- Jesús mira con ojos de misericordia a todos ¿Tengo la mirada de Jesús con los demás o excluyo a los demás por alguna razón? Seamos como Jesús, salgamos al encuentro de aquellos que son excluidos en la sociedad para darles una vida nueva.
- Todos los que estaban allí criticaban la actitud de Jesús y juzgaban a Zaqueo por pecador. ¿Comprendemos realmente la actitud de Jesús o seguimos mirando con juicio a los demás? Pidamos a Jesús la capacidad de comprender su buena noticia.
- Zaqueo va en busca de Jesús y cambia de vida. ¿Tenemos una actitud interior de búsqueda de Jesús? Ponte en camino de discernimiento para dejarte mirar por Jesús. Abre las puertas de tu corazón a Aquel que quiere vivir dentro de ti.
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