Posiblemente estés tumbado en tu toalla ante el rumor de las olas o descansando sentado en el sofá. Quizás has encontrado la tranquilidad tras un refrescante baño en la piscina o sientes el agotamiento después de una calurosa mañana de trabajo.
Con el corazón en paz o con tu mente embotada de problemas, sea donde sea, estés como estés, es tu momento. Jesús quiere pasar por tu vida para colmarla de un sentido pleno.
Para ello solo te exige una cosa: que se lo pidas, es más, que se lo grites. Él conoce tu alma, sabe tus necesidades. Sin embargo, pasa por tu vida, a veces sin que sientas que te mira, para que te des cuenta de tu necesidad de Él.
En nuestra vida de autosuficiencia, o en nuestra debilidad, para poder sanar nuestras heridas necesitamos gritar muy fuerte: «Hijo de David, ten compasión de mí». Jesús no duda en venir a nuestro encuentro, pero para ello se nos pide abandonar nuestras seguridades, dar el salto de la fe o abandono en Él y disponernos al encuentro.
¿Estás dispuesto a ponerte en la piel del ciego Bartimeo? Leamos el pasaje de Mc 10, 46-52 y dejémonos conducir hacie un auténtico encuentro con Jesús que nos lleve a un seguimiento entusiasmado.
Seguramente sentimos la presencia de Jesús de Nazaret en nuestro corazón. Probablemente no sean nuestros ojos los que perciban su presencia, pero nuestro interior intuye su paso por nuestra vida. Déjate interpelar por este encuentro en cada momento.
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