¿Cómo se puede tener fe sin ni siquiera saber quién es el Espíritu Santo? ¿Cómo podemos rezar sin invocar al Espíritu de Dios? Ahora que nos encontramos ante estas preguntas hemos podido caer en la cuenta de la verdad que se esconde tras ellas. Vamos a la Iglesia, hacemos oraciones, reflexionamos sobre nuestra vida sin ni siquiera tener en cuenta al que nos da el impulso para poder hacerlo. Ya se lo decía el mismo San Pablo a los corintios en su carta: “Nadie puede decir: ¡Jesús es Señor! Sino con el Espíritu Santo” (1 Cor 12, 3b).
Nunca entenderé la expresión que siempre se ha usado en muchos títulos de pneumatología (ciencia que estudia al Espíritu Santo) donde se nombre al Espíritu como “el gran desconocido”. ¿Cómo es posible que tras más de 2000 años de Iglesia, los cristianos podamos seguir diciendo que no conocemos al Espíritu? Intentemos con este capítulo descubrir el misterio del Espíritu Santo y aprendamos a reconocerlo en nuestra vida cotidiana donde actúa sin que nos demos cuenta.
¿Quién es el Espíritu Santo? Fácil respuesta para el que tiene nociones básicas de religión cristiana: la tercera persona de la Trinidad. Pero, ¿qué significa eso? Para entenderlo bien podemos comenzar por el significado de la palabra espíritu. En latín spiritus, en griego pneuma, en hebreo ruah. Este término se traduce como ‘aire’. Podemos utilizar el aire como imagen del Espíritu, que es aquel que aunque no se ve ni se toca es el que nos da vida y fuerza para seguir adelante. Dios no ha dado su espíritu para que nos de fuerzas y sostenga nuestra vida de fe.
Tras reconocer en el Credo que el Espíritu Santo es aquel que nos da fuerza y vida, los creyentes expresamos la creencia de que procede del Padre y del Hijo. Para comprender esto, tenemos que conocer en qué consiste el proceso de Amor. El Amor ‘con mayúscula’ nos ayuda a comprender mejor el gran misterio que se esconde tras la Santísima Trinidad. Ese amor existente entre el Padre y el Hijo como vínculo que no puede hacer otra cosa que expandirse es el Espíritu, misterio que solo descubriremos cuando la muerte nos haga contemplar la gloria de Dios.
La presencia del Espíritu en nuestra vida
Al decir que creo en el Espíritu Santo, proclamamos que creemos en su presencia en nuestras vidas. Muchas veces creemos en un Espíritu Santo que está al servicio de lo que nos conviene o que nos muestra la realidad tal y como nosotros la queremos ver. Y no es así. El Espíritu es don y gracia que se nos revela a través del discernimiento espiritual. Es el regalo más grande que Dios nos ha dejado a los creyentes, y de nuevo, gratis.
Al igual que cuando un niño nace lleva en su sangre los genes de su padre y de su madre, nosotros como hijos de Dios llevamos infundido por la gracia del bautismo el Espíritu de Dios, el Espíritu de nuestro Padre celeste. El don del Espíritu se nos confiere a través de los sacramentos mediante los cuáles Dios nos infunde su amor.
El catecismo de la Iglesia Católica, en su artículo octavo, nos propone varios lugares de conocimiento del Espíritu.
El Espíritu habló por los profetas y continúa hablando en la Iglesia
El espíritu Santo no aparece solo después de la Resurrección, sino que desde siempre ha existido. En la Biblia encontramos su presencia de muchas maneras. Desde la creación del mundo hasta Pentecostés. El Espíritu ha acompañado al pueblo de Israel durante la historia de la salvación, manifestándose a través de los profetas, y ha seguido desde Pentecostés en la Iglesia.
Los cristianos creemos en la presencia del Espíritu Santo en la historia del pueblo de Israel, presencia que inspiró a los autores del Antiguo Testamento. La inspiración no consiste en un mero dictado de Dios, sino la propia revelación que Dios hace a su pueblo. De ahí que sea necesaria la interpretación de la Escritura intentando descifrar lo que Dios quiere decir mediante las palabras concretas que el autor escribe, según la época o el género literario que utilice. De esta forma el Espíritu ha estado presente a lo largo de la historia de la Salvación, está presente en el mundo actual y estará siempre con nosotros. Así lo demuestra la Sagrada Escritura que habla de la presencia del Espíritu desde la Creación, en la historia del pueblo de Israel, en la vida de Jesús y en los inicios de la Iglesia.
El mismo Espíritu que inspiró a los profetas, que se encarnó en María e impulsó a Jesús a predicar el reino de Dios, se manifiesta ahora desde Pentecostés a través de su Iglesia con diversidad de carismas y dones. De esta manera, es el Espíritu el que guía a la Iglesia y la inspira en cada decisión. Es Él el que, a pesar de la diversidad, unifica a la Iglesia a través del Amor, y es el que hace que no se quede anquilosada, sino que, animada por el Espíritu Santo, sea capaz de desarrollarse y dar respuesta a los nuevos tiempos. ¿Cuáles son los símbolos a través de los que se expresa esta manifestación del Espíritu?
Invocar al Espíritu nos ayuda a conocerlo más íntimamente, a ser más conscientes de su presencia cotidiana en nuestra vida y a pedir que nos conceda la gracia de sus dones, porque él es el «espíritu se sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de entendimiento y de temor del Señor» (Is 11, 1-3).
Muy bonito!!!
Muchas gracias Ana!
Javi esta muy bien explicado. Es superdidactico. Aunque para mi no seria quíen es? Sino qué es?.
En la tradición hindu del vedanta de Cachemira tb hay trimuti (trinidad) y está representada x Vishnu, shiva y Brahma, las tres deidades tienen mucho q ver con las facetas del padre-hijo y espiritu sto.
PRECIOSA la cita con la que cierras el articulo: «espíritu se sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de entendimiento y de temor del Señor».
Me gusta Javi!! Oleeeee tuuuuu ; )
Muchas gracias Ana! Es interesante siempre ver semejanzas con otras religiones de las que siempre se puede compartir o aprender algo nuevo. Gracias!
Creo en el Espíritu Santo y mientras tengamos vida tendremos dentro al Espíritu Santo como hijos de Dios. Es como el gen de Dios en cada uno de sus hijos. Gracias por su explicación.
Gracias. El Espíritu Santo. Es Dios mismo entre nosotros y dentro de nosotros.